Organilleros, historia viva que está a punto de desaparecer  

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Las canciones, música y baladas son una forma de narrar, contar y transmitir hazañas históricas, las primeras se narraban en versos y después en prosas que inmortalizaron a sus actores y que gracias a esos cánticos conocemos el pasado, unos de los grandes cronistas de estas historias son los organilleros.

Uno de los sonidos más antiguos de México son los organilleros, llegaron a la Ciudad de México por primera vez en el siglo 19, provenientes de Alemania, y al principio reproducían polkas en los salones de bailes de las clases sociales altas y en los circos.  

Con el avance del tiempo y a principios del siglo 20, las polkas fueron sustituidas por boleros y música tradicional, fue así como el instrumento y sus operadores fueron haciendo una transición a la calle, las plazas, los parques y otros espacios públicos.

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En la época dorada de los organilleros, estos eran invitados a lugares muy concurridos de la capital mexicana como teatros, cines y restaurantes, su presencia era percibida de manera grata y amena.  

El tiempo pasó y la tecnología evolucionó, para la segunda mitad del siglo 20 el organillero perdió su preferencia entre las nuevas generaciones de mexicanos, que no sólo estaban acostumbrados a escuchar música en formatos de alta calidad, sino que tampoco sentían cariño por las melodías que salían de los aparatos.  

De acuerdo a los líderes de la Unión de Organilleros de México, en el 2022 hay más organilleros de los que ha habido en los últimos 30 años, lamentablemente para ellos esto no se traduce en más dinero, ya que ellos argumentan que cada vez son menos las personas que cooperan con ellos.

Organilleros contra las nuevas generaciones

La gente, en especial los jóvenes, parecen haber perdido la conexión con el característico sonido que emite este instrumento, en una era donde ya todos podemos traer música con nuestros propios audífonos, el organillero se convirtió en un instrumento que el público poco a poco va olvidando.  

Otro factor que afecta es el hecho es que debido al costo del mantenimiento, la falta de conocimientos sobre la reparación y el uso excesivo, las melodías de los organillos suenan cada vez con más frecuencia desafinadas, e incluso muchos comensales les pagan para que se vayan a tocar a otro lado.  

Si bien este instrumento no nació en México, sí fue adoptado por los los habitantes de la capital, y hoy muchos de los organilleros tratan de salvar su oficio no sólo por dinero o porque es su forma de vivir, sino porque se rehúsan a que estas emblemáticas melodías dejen de tocarse en la ciudad.

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Fuentes: Chilango, City Express

@Cronicamexicana