El país está repleto de mexicanos racistas, lo cual es irónico porque al menos su gran mayoría no son rubios, no tienen ojos verdes o azules, y tampoco son delgados, altos y de figura estilizada. Los mexicanos suelen ser morenos, de figura achatada (cada vez más obesos), y con un perfil bastante latino.
Y sí todo eso es así, ¿por qué son tan racistas y les gusta hacerle al cuento de creerse gringos perdidos en tierra de indios?
Al hijo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), próximo presidente de México, ya le tocó ser víctima de este racismo exacerbado. En redes sociales lo critican, se burlan y lo convierten en meme, solamente porque no es rubio y no se parece en nada a los hijos de Enrique Peña Nieto.
Estamos tan mal, que el ideal de personalidad de los mexicanos es un grupo de vividores, lleno de cirugías plásticas, pagadas con los impuestos y sonrisa de porcelana que les compró su papi.
Mexicanos racistas, el empeño de negar nuestras raíces
¿Por qué alguien querría ser como ellos? Y no, no debería ser por el dinero, porque ese es de todos los mexicanos y tendría que estar presente en las calles, en los hospitales y en las escuelas de palitos.
Pero así son los mexicanos, racistas, cobardes y avergonzados de su propia piel, consumidores número uno de tinte para cabello en color rubio, y de personajes estereotipados de la televisión nacional.
¿O por qué será que en las telenovelas mexicanas, las morenas y las gordas siempre son servidumbre y personajes secundarios?
Ya estamos en el siglo XXI, es hora de aceptar que provenimos de una estirpe con la piel oscura, cuyos conocimientos y forma de vida fueron más relevantes que parecerse a los españoles (quienes además no eran tan brillantes, al parecer).