Las familias amueganadas

Quién sabe qué tenemos los mexicanos, que nos encanta vivir todos juntos, unos encima de otros, como amueganados. En otros países, ya sea bueno o malo, los jóvenes se van temprano de casa y las familias conviven poco, cada quien busca su espacio y las personas no se involucran. En México, en cambio, lo más normal es que haya familias enteras viviendo juntas: hijos, hermanos, nietos, sobrinos, abuelos, tíos, primos y hasta uno que otro colado. El hacinamiento está en nuestro ADN.

El fenómeno del hacinamiento tiene que ver con la situación económica, en la que muchas personas no son capaces de generar ingresos suficientes para vivir en una casa propia, o pagar una renta, por lo que deciden compartir gastos con más miembros de su familia, aunque eso les reste espacio, intimidad y tranquilidad.

Sin embargo, también está relacionado con una manera de ser del mexicano promedio, una forma de convivencia en la que sus vidas están demasiado involucradas con las de otros, y, aunque eso les traiga problemas, no pueden vivir de otro modo o no saben cómo.

Sí, así son los mexicanos, gregarios, chismosos, montoneros, les gusta la bola y el arguende, andar metidos en broncas y que, a la mera hora, todo se les olvide y empiecen de cero.

Hacinamiento y los problemas económicos

Y para acabarla de fregar, además de ser un montón, los mexicanos están en una tendencia económica hacia la baja; y el poco acceso a créditos hipotecarios sólo permite adquirir casas de interés social, de menos de 40 metros cuadrados, a donde todos quieren entrar, como en carro de payasos, y aunque sea parados, pero hasta los invitados caben.

Dicen las estadísticas que, en 26% de los hogares mexicanos, hay condiciones de hacinamiento porque, miembros fuera del núcleo familiar, se han integrado a vivir en el hogar. Y de ahí, el Inegi estima que gran parte de las personas, no están empleadas de manera alguna, por lo que la responsabilidad económica recae en uno o dos miembros, que tienen que estirar su sueldo por cuatro, por seis, o hasta por ocho.

Pero, como estamos tan acostumbrados a vivir unos encima de otros, nada de lo anterior nos parece raro, sino por el contrario, quién sabe por qué tenemos esa imagen en la cabeza que nos implantó el american way of life, una familia feliz, unida, conviviendo con una sonrisa de oreja a oreja como, si amontonarse en un mesa a comerse la casa, hiciera que todo lo demás valiera la pena.

 @CronicaMexicana