México, el país donde disfrazamos a los niños de sicarios

No pasó ni un mes de los hechos de violencia en Culiacán, Sinaloa, donde criminales pelearon por toda la ciudad e hicieron pasar horas de angustia a los habitantes, cuando se hizo viral en redes la fotografía de un niño disfrazado de sicario y acompañado, por supuesto, de un bulto en una bolsa negra que simulaba un cuerpo. No, no es para nada gracioso ni inocente y menos aún deberíamos asumirlo como parte de la narcocultura.

La violencia, las drogas, el narcotráfico y el crimen organizado son males que han estado mermando la vida de los mexicanos desde hace mucho tiempo, tanto que incluso se ha modificado la vida en el país para sobrevivir a lo que se ha convertido en una masacre masiva.

¿Alguna vez vieron a alemanes riendo de un niño disfrazado de Nazi o simulando ser un muerto de la cámara de gas? Por supuesto que no porque esos eventos no son graciosos y ni siquiera son dignos de ser integrados a la cultura popular. Para la Alemania actual el holocausto es una vergüenza, algo que la mayoría desearía olvidar y cuya apología incluso está penada por sus leyes.

Pero en México justificamos la ignorancia con el título de «cultura popular». Y no, ni los narcocorridos, ni las narcoseries, nada de eso debería ser enaltecido en forma alguna porque la violencia en este país no ha construido, lejos de eso ha destruido ciudades, familias y núcleos humanos de personas inocentes.

Narcocultura en México

¿Cómo llegamos al punto en que disfrazamos a los niños de narcotraficantes, en un país donde cada año mas de 33 mil personas mueren por asuntos relacionados con el crimen organizado?

O será tal vez que somos tan ignorantes que no distinguimos entre personajes de ficción y personajes de la vida real que no deberíamos alabar en ninguna forma.

No aquí, no donde tanta gente es asesinada por el mismo tema, no donde la crisis de seguridad aún condiciona el día a día de millones de personas.

Tal vez eso se pueda hacer después, cuando hayamos entendido que la violencia no es el camino, cuando dejemos como legado a la historia un tiempo en el que las armas mandaron por encima de la ley. Pero mientras tanto no deberíamos hacerlo porque estaríamos educando a las nuevas generaciones en la normalización del crimen y la falta de empatía entre seres humanos.

El problema también es que el crimen organizado no sólo está en la calle y en la cárcel, está en cada hogar donde se normaliza la violencia todos los días, educando a los más jóvenes en un mundo donde que hay que robar o asesinar para sobresalir.

@CrónicaMexicana