El gran día llegó, las grandes empresas patrocinadoras se alistaban para promocionar y vender un sinfín de monerías relacionadas al evento, los grandes aficionados llegaban de todos los rincones del país, alguno que otro personaje de la política internacional, como lo fue su majestad el Rey Juan Carlos de España, lidiaban por pasar desapercibidos ante las cámaras, y los cientos de invitados, de los que en México denominamos “de la crema y nata”, se reunían para dar inicio al Gran Premio de México.
Apenas se divisaban los primeros rayos, y la fila para ingresar al Autódromo Hermanos Rodríguez ya era por demás evidente, una multitud de casi 350,000 personas luchaba por ingresar al recinto, y ocupar el mejor lugar posible para poder deleitarse con los bólidos de las diez escuderías participantes, luego de 23 años de ausencia de tierra azteca.
Poco importó el costo de los boletos, que oscilaban entre los $2,000 y los $19,000, ya que, aún así, amateurs, hippies, hipsters, millonarios, faranduleros y especialistas del medio, siguieron de cerca, segundo a segundo, vuelta a vuelta, las pericias que los conductores hacían al volante.
Si bien es cierto que la emoción del momento te hacía gritar, los elogios también eran para apoyar a uno de los participantes, el connacional, Sergio “Checo” Pérez de la escudería Force India, quien brindo a sus seguidores un espectáculo que le hizo llevarse el 8vo. lugar.
Luego de 71 vueltas y miles de cervezas consumidas para sofocar el calor, el conductor alemán Nico Rosberg, de la escudería Mercedes, logró quitarle la corona al tricampeón, el británico Lewis Hamilton. Las burbujas de champagne salieron, los tradicionales sombreros de mariachi se hicieron presentes, y la celebración al puro estilo Gatsby, atrapó a los asistentes para dar por concluido el evento.
Gran Premio de México, lo que nos dejó
La Fórmula 1 se despide de México, partiendo hacia Brasil, pero no dice adiós si no hasta pronto, dejando un gran sabor de boca, en cada uno de los asistentes que presenciaron de cerca la emoción y adrenalina de la pista, y en los miles de pseudo aficionados que seguimos, muy de cerca, el desarrollo de todo este gran proyecto, a través de los medios digitales.
La derrama económica que dejó, se calcula en varios millones; millones que se traducen en una creciente confianza en México, confianza al saberse capaz de albergar y salir triunfante de uno de los eventos más importantes del orbe, pese a los ánimos de algunos pesimistas, que consideraban incapaz de hacerlo, al inicio de todo.
Esperemos que no tengan que pasar otros 23 años, para poder apreciar tan magnífico espectáculo nuevamente, por lo pronto, nuestras esperanzas están puestas en el posible ascenso, del también mexicano, Esteban Gutiérrez, cuyas habilidades lo han llevado, a sus 24 años, a colocarse como una de las grandes promesas del automovilismo a nivel mundial.
@CrónicaMexicana