Ser mujer y ser mexicana son dos implicaciones con bastante complejidad por sí solas. Estereotipos como el machismo, la debilidad y el tradicional papel de ellas como mártires del hogar, intentan limitar en mucho su personaje, en la construcción de la sociedad, aunque no lo detienen. El caso de la maternidad lésbica es un claro ejemplo.
Si ya la cosa es bastante complicada, ahora hay que sumarle el asunto de la diversidad sexual. Cada vez más y más mujeres mexicanas deciden hacer pareja con otras mujeres, y formar familias normales, naturales y usuales, en toda la extensión de la palabra.
No tendría por qué haber problema, excepto que vivimos en una sociedad machista, discriminadora y cerrada, en la que otras perspectivas todavía no terminan de encajar. En pocas palabras, de pronto pareciera que ellas no pueden decidir abandonar el patriarcado, hacerse cargo y ser felices, sin incluir a un hombre dominante en sus vidas.
Siendo muy sinceros, la verdad es que las mujeres suelen llevar la batuta en casi todos los sectores; las familias, los negocios, las escuelas, los grupos de voluntarios, en prácticamente todos los ámbitos siempre hay una “ella” al frente.
Viendo lo anterior, sería imposible negar que dos mujeres son perfectamente capaces de formar una familia completa y criar hijos, igual que lo hace todo el mundo.
Maternidad lésbica, los obstáculos que se enfrentan.
Según las estadísticas, casi el 1% de las familias en México están conformadas por parejas del mismo sexo, una cifra que crece a ritmo acelerado con el avance de las leyes y la dura lucha por la erradicación de la homofobia.
¿Quién podría afirmar que la llamada “familia tradicional” es la respuesta a los problemas del país, cuando el 99% de las familias en México tienen esa característica y estamos plagados de criminales, homicidas, suicidas y depresivos?
La preferencia sexual no determina la capacidad para criar a otro ser humano, no como sí lo hacen la estabilidad emocional, el autoconocimiento y la voluntad verdadera de hacer una familia honesta y real.
El avance de la diversidad sexual en México, es una muestra de la necesidad evolutiva de la sociedad mexicana que, aunque todavía muy atrasada, ya se exige a sí misma ver hacia otros horizontes, mucho más amplios y humanos.
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