Imaginemos un mundo utópico en el que unas y otras especies se respetan entre sí, y mientras los hombres construyen una vida amigable con el entorno, el resto de los animales viven en libertad, en ambientes naturales adecuados y sin temor a ser depredados. Ese sería el escenario ideal, sin embargo todos sabemos que el deseo aniquilador del ser humano es mucho más fuerte que cualquier utopía. Aquí los animales callejeros son los que pagan por nuestra falta de humanidad.
Un tema que se ha hablado hasta el cansancio en los últimos años, es la cuestión de los animales callejeros, especialmente perros y gatos, que terminan su vida envenenados, atropellados en grandes avenidas, torturados en centros de control de fauna o hasta como carne de taquero. Y la verdad es que, su existencia ahí tiene una función y un por qué, se deben a alguien que no fue responsable y ya forman parte de la vida oculta del ecosistema urbano.
Un gato feral (salvaje, abandonado) es justo eso, un felino que ha pasado la mayor parte de su vida en las calles, vagando sobre techos, bajo los puentes, en árboles o banquetas, sin mayor contacto con personas, y cuyo comportamiento es primitivo, debido a eso, además de que han aprendido de la crueldad humana.
No hay un aproximado de cuántos gatos ferales existen en México, pero al menos se sabe que en las calles rondan más de 16 millones de animales sin hogar, entre perros y gatos.
El estudio de los gatos ferales en el país es bastante reciente, y se debe a que organismos y asociaciones civiles están intentando protegerlos, evitar que, al presentarse como una “plaga”, sufran maltrato o evenenamiento. Y es que, al no ser animales mansos o sociables, desatan la ira de algunas personas que, incluso los ven como un peligro y buscan acabar con ellos.
Animales callejeros, víctimas de un país irresponsable
México no es un país especialmente benévolo con los animales. Mucho de la mala cultura que aquí se ha heredado, es la supuesta superioridad de los hombres sobre otras formas de vida, que al mismo tiempo ha enseñado que se tiene el poder de manipular y hasta maltratar, sólo para demostrar que se puede.
El problema de la fauna en las calles es, primero, que hay dueños irresponsables, que adquieren mascotas y luego las abandonan por desinterés. Esos animales se reproducen sin control, y ocupan los espacios urbanos que pueden, para terminar siendo víctimas de una sociedad intolerante y poco humanizada.
Una gata que no ha sido esterilizada llega a tener a partir de cuatro crías en cada parto, lo que puede traducirse en decenas, si se toma en cuenta que no hay un periodo de celo específico; puede ser en cualquier momento.
La principal preocupación de los protectores en México es ese poco respeto y desconocimiento, sobre el tema de los gatos ferales, a los cuales incluso intentan integrar a familias como mascotas domésticas, con tal de evitarles el sufrimiento de la calle.
Otro factor muy importante es el papel que los ferales toman en la naturaleza. Igual que cualquier elemento que pasa cierto tiempo en un ambiente, también tienen influencia. Los gatos ferales que ocupan un espacio, tienen cierto control sobre la población animal de la zona, atacan plagas de insectos y hasta llegan a tener relación con otros habitantes.
¿Qué podemos hacer?
En razón de ello, tampoco deberían ser susceptibles de extinción, sólo porque son fauna callejera.
Mucho de lo que han intentado hacer los protectores, invitando a los ciudadanos a involucrarse, es intentar que los gatos ferales permanezcan en sus sitios, sean esterilizados, y reciban protección de la comunidad, sin que ello les signifique una domesticación, a la que quizá no podrían adaptarse.
Como todas las cosas que pertenecen al entorno, los gatos ferales son gatos de todos, igual que los pájaros, los árboles o las bancas de los parques, y mucho habla de la sociedad mexicana, el intento por difundirlos y darles el cobijo que merecen.
Valeria Lira