En ningún país del planeta Tierra, ser adolescente es una cosa sencilla, grata o por la que te den un premio. Siempre, siempre, pero siempre, lidiar con hormonas, cambios emocionales, decisiones, procesos de maduración, escuelas y relaciones humanas, en la adolescencia, es una cosa complicada, que la mayor parte de las veces no sale muy bien.
Más de 12 millones de mexicanos tienen actualmente entre 12 y 17 años, rango de edad que se considera específicamente como adolescente, porque es el puente entre la niñez y la etapa adulta.
En México, ser un adolescente tiene ciertas implicaciones especiales. No solamente estás dominado por las hormonas, también te ves reducido a un estatus menor que el perro de la casa, porque no se te considera en condiciones de opinar lo mínimo. Esto, en la mayoría de los casos.
Y ahora, ser adolescente en estos tiempos, es todavía una tarea más titánica. Los más jóvenes, hoy en día, enfrentan al mundo desde las pantallas, sumergidos en redes sociales, donde la identidad realmente no existe y todos usan máscaras para ocultarse, al mismo tiempo que, irónicamente, están obligados a desnudar sus vidas ahí, para poder figurar.
Y a ello hay que sumarle que la vida va más rápido que nunca, y a las personas se les exige crecer, antes siquiera de darse cuenta dónde están paradas. Es como si la estimulación mediática, en este momento, fuera tan fuerte que superara incluso a la voluntad, y al proceso que la naturaleza otorga al ciclo de la vida.
La música, la televisión, el Internet, el sistema educativo, las costumbres y los cánones sociales implantados, las modas; todo ejerce una enorme influencia y se vuelve como una enorme piedra, cuando eres adolescente.
Adolescencia y el mass media
Probablemente antes, cuando el mass media ni siquiera estaba implantado como concepto en México, ser joven era mucho más fácil. No había tantas voces a las que escuchar y los líderes de opinión, buenos o malos, eran unos cuantos. Los padres y los abuelos, de las generaciones que hoy se rompen la cabeza, entonces sólo escuchaban a sus padres o a la imagen de autoridad que tenían cerca. Quizá entonces, el dilema moral, ni siquiera existía, porque el discurso era uno, y el mundo, o era blanco, o era negro. Y ya.
La apertura al mundo globalizado de hoy, plantea muchos retos y preguntas, para los que quizá las nuevas generaciones no están demasiado preparadas. Tener todo al alcance de la mano, puede resultar un arma de doble filo, pues bien se sabe que, demasiado poder en manos inexpertas o equivocadas, siempre resulta en un desastre.
Muchos se preguntan: ¿por qué los adolescentes de hoy en día parecen más desorientados que nunca, no encuentran vocación, sus entretenimientos llegan a ser insanos y absurdos, y están absortos en un mundo paralelo, muy lejos de los acontecimientos reales?
Y ni qué decir de los adolescentes mexicanos, que estadísticamente no alcanzan los parámetros intelectuales normales, y viven padeciendo cosas como: las redes sociales, la televisión basura, la ultraviolencia y la falta de propósito en la vida.
Siendo así, la conclusión es que el mundo, hoy, está perdido, y sus nuevas generaciones de ciudadanos, no serán capaces de rescatarlo.
Valeria Lira