“En los libros hallarás el tesoro del saber, para ti todo será si aprendes a leer…”. El Tesoro del Saber era un programa de televisión que yo veía a los 4 o 5 años, era una época extraña en la que Televisa promocionaba contenidos inteligentes para los niños, programas que estimulaban el aprendizaje, la creatividad y la imaginación.
Ciencia, literatura y mucha curiosidad, alimentaron las mentes de quienes entonces crecíamos, sin saber que años después vendrían tiempos oscuros para la televisión mexicana, llenos de ignorancia, chisme y estupidez.
Hoy, entre la vorágine que ha significado Internet y las redes sociales, se calcula que en México se leen, en promedio, menos de 4 libros al año, y aunado a eso, menos del 20% de la población comprende lo que lee.
Somos uno de los países que menos lee, y por supuesto nuestro nivel educativo está muy por debajo de la media. ¿Cómo erradicar violencia, pobreza, falta de empleo y delincuencia, si somos los más ignorantes del mundo?
Las autoridades están rompiéndose la cabeza para mejorar los índices de lectura, aunque las estrategias aún no atinan a la causa correcta. En los primeros meses de 2019, Paco Ignacio Taibo II, escritor, periodista y gerente del Fondo de Cultura Económica (FCE), anunció un nuevo modelo para poner a la venta material de lectura con un costo a partir de los $10 pesos.
Bajo la idea anterior todos, o casi todos, deberían tener acceso a literatura de calidad y no habría pretexto para no leer. Pero ¿de verdad el problema está en el precio de los libros?
Actualmente hay una cantidad incalculable de libros digitales, que están disponibles en Internet; ferias del libro, remates, ediciones gratuitas, bibliotecas públicas y hasta el Buen Fin, en este país hay difusión de material impreso para todos los intereses y bolsillos.
Si la cosa es así, ¿entonces por qué los mexicanos siguen sin leer, ni las etiquetas de lo que se comen?
Para rematar, la industria editorial es una de las más castigadas en México. Entre que lucha contra la piratería y las descargas gratuitas, más el desinterés del público, los impuestos y los aranceles a la importación, parece casi magia el hecho de que aún existan librerías y editoriales en el país.
En México ya casi nadie lee, las señoras prefieren las telenovelas, los papás ven el fútbol, los niños tiran su cerebro en las redes sociales, y todos en su conjunto se quejan porque el país no avanza, porque no vivimos en Noruega y porque el presidente es un ignorante.