Conozco muchos países y personas de distintas nacionalidades, profesiones, preferencias sexuales, políticas y niveles socioeconómicos. Lo que me sorprende es que, de toda esa gente enojada, la más malhumorada es la que vive en México.
Los mexicanos andan casi siempre con cara de que huele feo, a caca, como que sus vidas apestan y lo expresan en su mirada, en la forma de tratarse y en las cosas que dicen. La grosería, la arrogancia y la indiferencia con la que se manejan, salen a relucir en sus renegridos rostros.
No hay mejor prueba que subirse a un transporte público en la Ciudad de México. Los habitantes de esa orbe son los más huelecaca de toda la República Mexicana, no importa si van sentados, parados, si es hora pico o si va vacío el asunto, de todos modos siempre tienen cara de pocos amigos y casi ninguno te contesta el saludo.
Gente enojada ¿Por qué nos enojamos?
¿Será que a los mexicanos, y más a los chilangos, no les enseñan a vivir para ser felices, sino para sacrificarse en pro de una vida que, por fuerza, ha de ser angustiosa y horrible?
México no es un país fácil y sus habitantes no pueden estar siempre contentos, tomando en cuenta los altos índices de corrupción, inseguridad y ausencia de bienestar, sin embargo, también hay que admitir que los mexicanos viven muy bien y tiene acceso a cosas que en otros países tan sólo sueñan.
Lo anterior es una contradicción si pensamos en todos esos mexicanos que siempre, siempre, sin importar si llueve, hay sol, si es lunes o es domingo, respingan la nariz a cada paso que dan.
Ahora que también debemos tomar en cuenta, que los mexicanos son dramáticos por excelencia, la mayoría se ahogan en un vaso de agua sólo por diversión, y eso de estar contentos como que no les cuadra mucho.
Para ser un buen mexicano es requisito indispensable poner cara de huelecaca, aunque esa actitud es directamente proporcional a las cosas locas y absurdas que suceden en este país. ¿Por qué será?
