Mercado del Chopo, donde todos caben

El Chopo

Todas las ciudades deberían tener un sitio donde puedan borrarse las barreras sociales, culturales y de edad, y se permita a las personas ser quienes son, sin vergüenza o miedo al rechazo. En los años 80’s, la Ciudad de México vio nacer el Tianguis Cultural de El Chopo, cristalización de la cultura rockera, que poco a poco fue abriendo su espacio, a otras expresiones alternativas de la música y el arte.

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En esa época, México todavía era bastante tradicional, no había llegado aún el Internet y las ideas alternas eran pocas, respecto a las que implantaba el sistema. Es así que, atendiendo a lo acostumbrado desde los años 60, con la onda hippie; los jóvenes mexicanos, o eran ñoños a la Angélica María y César Costa, o eran rebeldes sin causa e hijos de la madre perdición; para estos últimos, el nacimiento de un lugar como el mercado del Chopo resultó el paraíso.

Hay que decir que, tiempo antes de quedarse donde hoy está, anduvo rondando por distintos sitios de la capital mexicana, empujado por los estigmas sociales de funcionarios y vecinos, que constantemente rechazaban su existencia.

Por fin, a fines de la década, encontró su hogar junto a la Estación Buenavista (sí, allá donde silbaba el tren), irónicamente, en medio de dos de las colonias más populares que tiene la Ciudad de México: la Guerrero y Santa María la Ribera.

El Chopo, 35 años de rock

A más de 35 años de distancia de su primera instalación, hoy el Chopo está vivo y sigue siendo un arca para los descarriados, jóvenes y no tan jóvenes, que ven en ese sitio un espacio en donde existir y pertenecer.

Claro que ya ubicados en este siglo, lleno de tecnología y canales de comunicación, las expresiones musicales se han diversificado bastante, sobre todo pensando que hoy hay acceso a prácticamente cualquier cantante o banda del mundo, sin importar su calidad o los seguidores que tenga.

Actualmente, el Tianguis del Chopo recibe diez mil visitantes cada sábado, que buscan artículos referentes a las culturas rock y punk, pero también japonesa, sobre reggae y algo de pop, teniendo como un extra, los conciertos que constantemente se organizan, y dan cabida a bandas independientes de la escena musical chilanga.

Lo más interesante es que, pese a que hoy muchas más vertientes culturales –entre los jóvenes mexicanos– sitios como el Chopo todavía permiten tender puentes entre ellos, y también con otras generaciones. Aquí no existen las diferencias económicas, intelectuales o musicales, porque cada quien encuentra una vía a su expresión.

Inclusive las personas que tienen puesto en el sitio, coinciden en que, quizá en especial en los últimos 10 o 15 años, la población que visita el Chopo se ha diversificado de manera impresionante; ahora llegan de chile, mole y pozole, darks, punks, rockeros, reggaetoneros, niños “bien”, mexiquenses, abuelitas, mamás y hasta monjitas, todos buscando entender y aceptar la diversidad, que plantea este nuevo siglo loco y desenfrenado.

Los jóvenes chilangos lo frecuentan, los viejos lo añoran, los provincianos lo desean, y sólo quienes han llegado hasta él, saben lo que significa andar por esos pasillos llenos de historia de la rebeldía y la juventud mexicana.

Valeria Lira

@CronicaMexicana