La diferencia entre México y Estados Unidos son unos kilómetros de frontera y un río que hace de separación natural. Fuera de eso, el territorio es prácticamente el mismo, no así la cultura y las personas, que parecen vivir a años luz de distancia. Para muestra un botón, y éste es el ahorro.
Y no es que la cultura norteamericana sea más avanzada o mejor, es simplemente que hay algunas cosas que de aquel lado funcionan naturalmente, y sin embargo, de este lado por más que corren no llegan a ellas.
Sucede así con el llamado Black Friday o su versión mexicana conocida como “El Buen Fin”.
Para nadie en México es secreto que el Buen Fin es una estrategia comercial para beneficiar a las grandes cadenas comerciales, antes que un incentivo real para los consumidores.
En Estados Unidos el “viernes negro” es una fiesta, es la celebración del inicio de la Navidad, una recompensa por un largo año de trabajo y de ahorro, y una manera en que vendedores y compradores se benefician mutuamente.
Y aunque los mexicanos se unen con fervor a la euforia del Buen Fin y abarrotan las tiendas desde las primeras horas, del que llaman «el fin de semana más barato del año», la verdad es que su cultura no les alcanza para terminar de cuajar esta costumbre.
Una serie de factores se conjuntan para que el Buen Fin termine pésimo, nada de ahorro, nada de ofertas, sólo gastar lo que no se tiene.
Para empezar, la mayoría de las empresas y el sector público, entregan el aguinaldo justo en esta fecha; apenas lo tienes, el dinero ya te pica, ¡hay que gastar!
Y luego toda la publicidad, los anuncios interminables que te bombardean para que te hagas de todo lo que no necesitas, y peor aún, no puedes pagar.
Ahorro, los números de México
Se calcula que, al menos 20% de la población, pasa la tarjeta de crédito en esta época, para hacer sus compras de temporada. Irónicamente, en las grandes tiendas departamentales la fila no está en las cajas para pagar, sino en el departamento de apartados y crédito.
Y ya luego pasan las fiestas, llega enero y con él las cuentas de la tarjeta, los primeros pagos a plazos de la TV gigante, y toda la paz, la luz, la esperanza y la prosperidad del año nuevo, se van por el escusado.
Es verdad que en México la gran mayoría de las tiendas roban, elevan sus precios y luego les enciman descuentos fantasma; y es más verdad que aquí, la mayoría compran a crédito, sólo por comprar, por no quedarse atrás, por sentirse en la fiesta y querer creer que sí pueden, aunque no.
Peor todavía, las estadísticas señalan que, en general, casi la mitad de la población mexicana declara no ahorrar nada, ni un peso de sus ingresos, ya no para comprar satisfactores, sino para cosas tan básicas como una emergencia médica.
Y por eso, la forma en que México llega al fin de año, no es otra cosa que símbolo de todo lo que no se hizo, lo que no se ahorró, y lo que se quiso, pero no se logró. Ni modo.
Valeria Lira