Mi abuela contaba que, de niña, viviendo en un pueblo de Yucatán se contaba la leyenda de un búho que anunciaba la muerte de las personas. Es así que cada vez que veía uno se dedicaba a apedrearlo hasta que lo hacía volar. Así hay miles de historia de cómo los espíritus chocarreros aparecen.
La llorona, el nahual, el charro negro, la Xtabay, el Aluxe, la planchada y hasta la mano en la reja, todos esos son personajes de la cultura popular mexicana que han alimentado leyendas, cuentos y mitos urbanos desde hace muchos siglos. Y no es que realmente tengamos pruebas científicas de que existieron, simplemente es que se quedaron en nuestro imaginario colectivo y hoy nos significan mucho más que simples cuentos.
No importa cuánta tecnología tengamos o cuánto avance la ciencia, los mexicanos siguen teniendo muy presentes a los llamados “espíritus chocarreros”, esos que se aparecen cualquier noche de tormenta y te bajan los calzones del susto.
Cuando niños todos temblamos oyendo esas historias de horror, permanecimos en vela durante horas, pensando que aquellos monstruos estarían tras la puerta, y luego nos dedicamos a espantar a otros repitiendo lo que habíamos escuchado antes.
La cultura mexicana tiene mucho de oral en sus orígenes. Antes, cuando no había televisión y menos Internet, las personas se reunían a contar historias al calor del café o del chocolate, y la misma ignorancia popular alimentaba estos relatos. Incluso la gente tenía rituales para ahuyentar a monstruos, fantasmas, aparecidos y ánimas del purgatorio, por si de pura casualidad resultaban reales.
En ese entonces no había nada más certero que lo que contaban los abuelos, testimonios de cosas que habían visto “con esos ojos que se han de comer los gusanos”, y que encajaban perfecto en la imaginación de una sociedad que era por sí sola muy fantasiosa.
Espíritus chocarreros en la cultura popular
Estos cuentos del dominio popular siguieron alimentándose, generación tras generación, como una especie de herencia cultural que constituye el folclor que todavía gozamos, y compone muchas de las fantasías que la sociedad mexicana posmoderna tiene.
Con ayuda de Internet, estas leyendas todavía se cuentan por montones, pero ahora alimentadas por la cultura web y la imaginación de las nuevas generaciones que les imprimen un sello futurista y postapocalíptico.
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