La cuaresma es una de las celebraciones religiosas que más se respetan en México, tomando en cuenta que casi el 80% de la población se define a sí misma como católica.
Durante febrero y marzo se llevan a cabo los ritos relacionados con este festejo, entre los que se incluye una restricción para comer carne roja durante algunos días. Eso en específico parece emocionar a muchos mexicanos, quienes ante todo modifican sus menús para sentirse buenas personas.
El asunto con la carne roja se refiere a una especie de pecado simbólico, la mismísima tentación del diablo transformada en un taco, un bistec o una torta de jamón con chile jalapeño. Y sí, aunque todo son metáforas, los mexicanos las interpretan literalmente y se disponen a cambiar las vacas por los pescados para que diosito los perdone.
Se dice que es una fiesta de guardar, un tiempo para restringir las celebraciones y todo aquello que, según los católicos, pueda significar diversión, pecado o placer, en alguna de sus formas.
Durante la cuaresma en México se consumen más de 300 mil toneladas de pescados y mariscos, lo que incluso significa un esfuerzo económico para familias de menores recursos, que no tienen posibilidad de comprarlos normalmente por su elevado costo.
No cabe duda que éste sigue siendo un país netamente católico donde, sin importar el paso de los años o el avance de la tecnología, aún se siguen los dogmas religiosos al pie de la letra, tal como lo hicieron los padres, los abuelos y los hombres de las cavernas.
Cuaresma y la moral mexicana
La cuaresma es como la Navidad, un periodo en el que todos se sienten buenas personas, casi ángeles que se portan bien y piden por sus pecados. Pero ya pasando, otra vez se convierten en auténticos ciudadanos mexicanos, mentirosos, chismosos, fiesteros y reventados.
Ni las vacas, ni los perros, ni siquiera los pescados, logran cambiar en algo la actitud real del mexicano. Y no, nada tiene que ver el menú de la comida con ser o no un ciudadano medianamente deseable en un país como éste.
Si de algo sirviera dejar de comer carne para más de 90 millones de mexicanos, entonces viviríamos en un país sin corrupción, con calles limpias, un tránsito silencioso y libre de mentadas de madre, como en una especie de cuento de hadas, donde todos vivieron felices para siempre.