Ignorancia y analfabetismo: mexicanos que no saben a dónde van

analfabetismo

Estando en un nivel de vida intermedio, con cierto acceso a educación, salud y servicios públicos, es fácil olvidar que hay sectores de la población en niveles menores y cuyos satisfactores son mucho más limitados que los del resto. Eso sucede con la educación. Creer que la proliferación de escuelas públicas de todos los niveles, garantiza que todos tengan educación, es igual a creer que ver las repisas de las tiendas llenas, equivale a que todos tengan comida en la mesa. El analfabetismo  es aún un problema real del país.

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Educación gratuita, escuelas en línea, a distancia, en varios turnos y para adultos, son elementos que han ayudado a llevar avances a la población mexicana, pero que aún con ello no han podido terminar con la enorme de ignorancia que la cubre.

En datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), unos cinco millones de personas en México, se consideran analfabetas, es decir, no poseen instrucción mínima para leer o escribir, a pesar de superar los 15 años de edad. Este factor, que podría parecer sencillo, limita a este grupo poblacional para acceder a condiciones mínimas de vida, como salud, servicios urbanos, asesoría financiera o empleos remunerados adecuadamente.

Además, el analfabetismo no sólo funciona como una especie de ceguera que no permite saber la dirección del camión o el nombre de la calle en la que se está parado. También actúa como un camino que dirige a la ignorancia, consecuencia inmediata una cosa de la otra, y que niega la posibilidad de estar conscientes del panorama, siendo en lo inmediato miembros inactivos de la sociedad y completamente vulnerables.

Es así que la ignorancia de la población mexicana, en cualquiera de sus grados, va en directo relacionada con sus niveles de vulnerabilidad frente a las circunstancias adversas.

Analfabetismo, también es una cuestión de dinero

En cuanto a economía, se calcula que más del 70% de la población mexicana es vulnerable, es decir, corre el riesgo de caer en situación de pobreza, si pierde el empleo o su fuente de trabajo, debido a que sus ingresos limitados no le permiten ahorrar, o asegurar su futuro frente a una eventualidad.

También se sabe que más del 20% de los mexicanos son vulnerables, porque no tienen acceso a la seguridad social, o sea que nada les garantiza la salud ante alguna enfermedad, y tampoco cuentan con un fondo de retiro o de vivienda.

Evidentemente, la brecha que provoca la ignorancia es enorme, y no es posible pensar en un país que progrese si tiene tantas diferencias educativas entre su población. Mientras unos mexicanos sepan mucho, otros no sepan nada y el resto simplemente no quiera saber, será difícil que, como sociedad, demos algún paso hacia adelante o encontremos alguna salida al pasaje oscuro en el que nos encontramos hoy.

Las diferencias son muchas y las intenciones de cambio muy pocas, y por desgracia, las campañas de alfabetización institucionales, que le cuestan mucho dinero al erario público, no son suficientes para que los mexicanos abran los ojos y entiendan, que la ignorancia no sólo se termina con un título escolar. Para ello hace falta abrir los ojos y la conciencia, dejar textualmente de ignorar la situación presente, y entender que el cambio está sobre nosotros mismos y no sobre la estadística.

Valeria Lira

@CronicaMexicana