Seis comidas muy chilangas

La gastronomía chilanga es una parte clave de la cultura mexicana. Tal cual, así como la música o los colores, al chilango también por la comida se le conquista, y tiene un paladar exigente, que distingue y aprecia las delicias culinarias que le ofrece la capital.

Gastronomía chilanga obligada para turistas

Patas de pollo. 

¿Qué hay más chilango de un vaso de patas de pollo con chile y limón? Este exótico platillo es un ritual para los capitalinos de a pie; se suelen vender en carritos viejos de súper; los mantienen dentro de una olla caliente y los sirven acompañados de menudencias como vísceras, pescuezos e hígados. Hay que ver cómo se asoma la garra del pollo por los bordes del vaso para entender lo folclórico de este manjar, que alimenta a miles de chilangos en avenidas, plazas y mercados.

Tlayuda.

Sí, la tlayuda era oaxaqueña… era, porque hoy en día es lo más común, encontrar canasteras, sobre todo en el Centro Histórico de la Ciudad de México, que cargan consigo una especie de tostadas de maíz azul con frijoles, queso, nopales y chile. Este plato es una opción completa para quien quiere comer en la calle, de ahí que lo que antes era oaxaqueño, hoy sea cien por ciento chilango.

Huevo cocido.

Aunque parece un alimento bastante común, por sí solo, en realidad forma parte del cuadro gastronómico del populacho defeño. Es así que no puede haber una ida al Bosque de Chapultepec, a la feria o a una alberca, que no incluya esta comida como opción llenadora, nutritiva y económica. Se suele comer acompañado de arroz y chile verde o salsa de botella.

Torta de tamal.

Esta particularidad gastronómica, es difícil de ver en otros estados del país. Es una adaptación hecha por los defeños para convertir un alimento tradicional, como es el tamal, en un platillo rendidor y lleno de energía, para acompañar el día. Es algo sencillo: un tamal, un bolillo (masa más masa), que da como resultado esta comida altamente calórica; puede ser de dulce, de rajas, de carne o “de presa”, con su pata de pollo entera.

La quesadilla.

He aquí la eterna discusión entre los habitantes del DF y otros estados; nadie sabe, a ciencia cierta, si la quesadilla lleva, obligatoriamente, queso o no. En la capital del país el queso es un ingrediente más y puede ir o no, mientras en provincia, una quesadilla lleva queso por obligación, si no, es un taco. Este platillo, tan polémico, es también preferido por el chilango promedio, por su bajo costo, fácil acceso y por la variedad de sabores que existen. Las más socorridas son: de pollo, de rajas, de sesos, de huitlacoche, de hongos y de bistec. Y las hay para todos los bolsillos, de las más austeras, a las más lujosas, a mano, de maíz o de harina.

La torta.

De telera, de bolillo o de cemita, este es el platillo favorito de los chilangos, la carta nutricional por excelencia, y fuente de proteína, vitaminas y minerales, de casi todo defeño que se precie de habitar aquí. La variedad es imposible de contar, casi cualquier cosa puede ser una torta pero, en esta ciudad, una que se respete lleva –al menos– tres pisos de: salchicha, jamón, queso Oaxaca, amarillo y manchego; un huevo estrellado, jitomate, cebolla, frijoles, aguacate, rajas de chile jalapeño, y a partir de ahí, todo lo que se vaya añadiendo. Las hay decentes, de un piso; las hay de seis y hasta de diez, las más exóticas y monstruosas, y se encuentran, desde restaurantes comunes, hasta en carritos, en los mercados populares.

Valeria Lira