Basta caminar un poco para encontrarnos con este, ya indispensable, elemento del paisaje capitalino, sin el cual es difícil imaginar muchas de las calles que componen esta enorme capital. Hablamos de la prostitución.
La Calzada de Tlalpan, en la Ciudad de México, es una enorme zona de tolerancia para la prostitución. Sin que existan cifras exactas de cuántas personas ejercen este oficio en esa zona, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) afirma que en todo el país hay al menos 800 mil mujeres que viven de él, eso sin contemplar a hombres y menores de edad, que son explotados de manera ilegal y en sitios clandestinos.
Se dice que la prostitución es el oficio más viejo del mundo, pues se sabe que los hombres primitivos la ejercieron desde los primeros años de la humanidad, casi al mismo tiempo que descubrieron el concepto de intercambio comercial.
No es difícil darse cuenta que las zonas de tolerancia, en la capital del país y en otros estados, han proliferado en los últimos años. Y para ello mucho tienen que ver las pocas expectativas de progreso social y económico que tienen las minorías en México, especialmente quienes componen las minorías sexuales, que en buena parte de los casos se vieron orillados a ejercer este oficio, al carecer de recursos y ser discriminados en áreas como la escuela y el trabajo.
Negativo o no, hay que aceptar que la prostitución es una alternativa económica para muchas personas, ante un mercado laboral cada vez más cerrado, y necesidades de vida que apremian, aun cuando se trate de un mercado informal, que no da a sus empleados garantías como seguridad social o ahorro para el retiro o la vivienda.
Prostitución y marginalidad
Es una especie de cadena de marginación; quienes se emplean en ella corren peligro, adquieren enfermedades, y son víctimas de otros delitos relacionados con la misma actividad, empezando por la trata de personas.
Mucho se sabe que este rubro, como muchos otros giros negros, funciona gracias a una larga cadena de personas que trabajan para ello, desde quienes coordinan las zonas de tolerancia, hasta los que operan hoteles y moteles de las zonas destinadas al mismo fin. Eso sumado a toda la corrupción que significa en las instituciones públicas, encargadas de regular este tipo de actividades.
México es el segundo país del mundo con más personas dedicadas a la prostitución, unas 450 mil en promedio, cuyas ganancias superan los 10 mil millones de dólares anuales. Estas cifras sólo son superadas por Tailandia, nación que se conoce por ser la capital mundial de la prostitución y la trata de blancas.
Más que un vicio social, la prostitución es una tradición, una costumbre que se enseña, se aprende y se hereda en los sectores más vulnerables de la sociedad, donde la educación está negada y los más débiles encuentran así la forma de sobrevivir.
Valeria Lira