¿Por qué ya no comemos chocolate?

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Hoy en día no se sabe a ciencia cierta, dónde tuvo su verdadero origen el chocolate, y son varios países los que se disputan ese puesto, entre ellos: México, Perú y Colombia.

Lo cierto es que hace ya muchos, muchos, pero muchos siglos, que el chocolate tiene presencia en la vida de las personas, como bebida, como dulce y hasta como un asunto curativo.

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Era un rey de chocolate, con nariz de cacahuate, y a pesar de ser tan dulce, tenía amargo el corazón…

En la actualidad, esta golosina significa un negocio millonario para las empresas trasnacionales; 15 mil millones de pesos, sólo en México, y sin embargo, también está cada vez menos presente en los productos que se venden en las tiendas.

En México se consume menos de un kilo de chocolate al año, sobre todo tomando en cuenta, que las piezas de las marcas más comerciales ya no lo tienen como ingrediente principal, para mantener un precio accesible a la población; el 90% de lo que se consume aquí, como chocolate, en realidad son químicos, manteca vegetal, azúcar y colorantes.

Como todo en México, la situación del chocolate responde a un estado económico precario, en el que los consumidores ya no adquieren lo que quieren, sino lo que pueden, y los fabricantes sólo se adaptan, les dan lo que necesitan, con tal de no dejar de vender.

Chocolate ¿Por qué no se consume?

Si el rey de chocolate hubiera estado hecho de manteca de puerco, probablemente se hubiera muerto de un ataque al corazón, por tener las arterias tapadas.

Aunque es un asunto que, no sólo es culpa de las marcas y los comerciantes, que mienten al consumidor, también es culpa del mismo consumidor que no se interesa en adquirir productos de calidad, y sólo quiere ahorrarse unos pesos.

A pesar de que este país es una de las cunas del cacao, también es una de las naciones con consumo per cápita más bajo. Y no es que a los mexicanos no les guste, simplemente los aparadores están llenos de imitaciones, productos falsos, que no llegan a ser chocolate, aunque se venden como si lo fueran.

En la Ciudad de México, justo en Calzada de Tlalpan y Churubusco, un hombre se para todas las tardes, esperando un camión que va hacia el sur. Lo aborda como cualquier vendedor ambulante, con una canasta bajo el brazo llena de chocolates y un discurso en la boca. Su marca, artesanal e independiente, se llama “Chocolates Trufina”, y sólo se vende de la mano de su productor. A largo del trayecto, este hombre se dedica a contarle a los pasajeros algunas verdades sobre este dulce, afirma que casi todo lo que se vende como tal, es una mentira, que estamos comiendo grasa de puerco en lugar de cacao, que la grasa vegetal no existe, y que casi ha desaparecido el verdadero chocolate.

Luego intenta vender algunas de sus piezas y afirma que él, como muchos emprendedores en México, intenta sacar su marca a flote, a pesar de competir frente a enormes monstruos trasnacionales, marcas que venden malos productos y, sin embargo, son el favorito de la población.

Valeria Lira

@CronicaMexicana