¿Qué hay en el suelo de la CDMX?

Suelo

No, esto no es acerca del suelo pantanoso de la capital, ni tampoco de las enormes cavernas que viven bajo nuestras endebles casas. Esto es acerca de todo eso que los chilangos arrastran con su diario caminar.

A diario circulan por la Ciudad de México, una cantidad incontable de pies, millones de pares que van, vienen, suben y bajan, recorren y conocen prácticamente cada rincón capitalino, junto con sus correspondientes gargajos, pedazos de chicle y tortas de chilaquil, embarradas sobre el pavimento.

Se sabe que una muy buena parte de los suelos de esta ciudad está invadido de chicles, goma de mascar que la gente –como costumbre– arroja cuando el sabor se acaba. Y nadie pensaría que esa simple acción lleva consigo miles de millones de bacterias, que ponen en riesgo a toda la población.

Sí, es un asco. No por nada los japoneses tienen la costumbre de quitarse los zapatos antes de entrar en las casas.

Hablando en términos más serios, estudios científicos han comprobado que los suelos capitalinos contienen más que chicle; al menos 70% del territorio de la Ciudad de México tiene altas concentraciones de metales pesados, principalmente como resultado de las emisiones vehiculares. Estas sustancias se relacionan en especial con padecimientos como el cáncer y la degeneración celular temprana.

Todo esto del suelo, es sólo un reflejo de lo mal que se llevan las cosas en una de las orbes más grandes del planeta. Como una especie de círculo vicioso, observamos que el uso indiscriminado del agua provoca lluvia ácida, que al mismo tiempo riega el suelo con agentes tóxicos, los que también alimentan los campos de cultivo y, en consecuencia, a los consumidores.

No sólo es lo que llevamos en la suela de los zapatos, es todo aquello con lo que inconscientemente entramos en contacto, cada que salimos a la calle y que, viéndolo de forma objetiva, sí amenaza la existencia humana.

Suelo chilango, la unión irrompible con la basura

Otro tema de cuidado, y que contamina los caminos chilangos, es la cuestión de la basura. Si por sí sola esta ciudad ya produce más de 12 mil toneladas de residuos sólidos, habría que contar ese montón que ni siquiera llega a los rellenos sanitarios, y termina su existencia rodando por las calles, ensuciando las banquetas, y tapando las cañerías de los muy maltrechos ríos de agua puerca que corren por aquí.

Otro dato que nos añade la ciencia, es la terrible erosión del piso capitalino, respecto a las posibilidades de su utilización en un futuro cercano. Es decir, al menos a nivel de tierra, casi la mitad de este enorme espacio, no servirá nunca más para producir, no será fértil ni tendrá posibilidad alguna de dar de comer a la población.

Pareciera que no, porque hoy en día, el suelo vale más por sus posibilidades de construcción que de producción, sin embargo, tendríamos que pensar en un futuro a largo plazo, en donde, el sistema económico que hoy rige sea obsoleto, y exista como nunca antes la necesidad de tener alimento. Y no será posible comernos el asfalto, las casas, las banquetas o el chapopote.

Valeria Lira

@CronicaMexicana