En términos muy estrictos, el populismo es una corriente política e ideológica, que busca los intereses del pueblo como eje de funcionamiento, a través de métodos por los cuales las clases populares se sienten atraídas y apoyan con su voto.
Esa definición tan sencilla, ha sido el pan de cada día en México, desde hace más de 100 años, siempre menospreciando por adelantado la capacidad de los ciudadanos, sin importar su clase social, para elegir funcionarios públicos con cierta calidad.
Es mucho más que cierto que así funciona el país, sus instituciones, sus leyes y hasta la manera en que el presupuesto público se reparte, van siempre acompañados de una palmada sobre la espalda del pueblo, padrinazgo, una especie de lástima que se resume en tortas y billetes de cien pesos, en los mítines políticos.
Es muy cierto que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, y por esa razón es nada sorprendente ver cómo los trabajos que debería hacer la fuerza gubernamental, para desarrollar a México, y obligarlo a crecer, están muy ocupados dándole premios de consolación, a sus compungidos habitantes.
Las reuniones de repartición, en cualquier estado del país, son constantes desde que el país existe como un ente supuestamente democrático. Peor todavía, las cosas más absurdas se regalan en esas fiestas, en honor a la estupidez. Refrescos, maquillajes baratos, juguetes, colchones, toneladas de ropa con logos partidistas, tamales, bicicletas, y hasta cunas, carriolas y partos, para que el pueblo se prepare a nacer desprotegido, pero siempre cobijado por su amigo el populismo.
Y tan cierto es que los mexicanos se lo merecen, que no hace falta obligarlos a ir, ellos se presentan, hacen filas ordenadas y esperan durante horas, al rayo del sol, su turno para recibir la dádiva de papá gobierno.
Populismo, conformase con lo mínimo
Se trata de una especie de círculo vicioso, una zona de comodidad en la que el pueblo mexicano ha caído, convencido de que es más fácil unirse al mal y estirar la mano, que resistir y exigir un sistema político, con él y no en su contra.
Y más lejos de los regalos, que funcionarios y partidos hacen, con tal de obtener el apoyo de los mexicanos, en general la mayoría de los programas públicos en México tienen una tendencia populista; parecen diseñados para ayudar, pero en realidad sirven para engañar, entretener y callar a millones de ciudadanos que ya no pueden más con la indiferencia del gobierno.
Para entenderlo basta observar cómo funcionan las instituciones públicas. Escuelas, hospitales, centros comunitarios, y hasta estaciones de policía, pese a que se pagan con erario público, se comportan como si le hicieran un favor al pueblo, trabajan al mínimo y no invierten un peso en mejorar. La pregunta entonces es: ¿quién le hace el favor a quién?
El populismo es una enfermedad que acaba con la dignidad de los mexicanos, un mal que resulta de la ignorancia y de la indiferencia, con la que millones de habitantes se han criado en este país, acostumbrados al mal consuelo de su gobierno, y partiendo de un sentimiento de pobreza del que no se pueden escapar.
Valeria Lira