Chilangolandia de pie…

La Ciudad de México es una especie de burbuja, un globo que siempre está por reventarse y se detiene solamente porque los Aztecas hicieron un acuerdo con los dioses para que no nos cargara la huesuda tan rápido. ¿Ya te pusiste a pensar que, viviendo en el desastre constante, tenemos mucha suerte de que Chilangolandia siga existiendo?

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Totalmente sísmica, rodeada de volcanes, sostenida sobre un lago, con un suelo lodoso que se reacomoda a diario y además está plagado de tubos que transportan gasolina y gas altamente explosivos. Así es la Ciudad de México, en cuyas saturadas calles habitan más de 20 millones de apestosos mortales y cuya suerte ya quisieran muchos.

Cabe preguntarnos, todavía en pleno siglo XXI: ¿cómo es que 20 millones de chilangos no han volado en pedazos viviendo en semejante bomba de tiempo?

Y para acabar de rematar, los mismos habitantes de la Ciudad de México son auténticas criaturas que parecen salidas del museo del horror, encarnan la piel de Judas, son peor que un grano en las nalgas y además ignoran que su vida, el monstruo urbano sobre el que caminan, se sostiene por pura inercia.

Chilangolandia contra la adversidad

Sismos, delincuencia, tránsito infernal, descomposición social, plagas, epidemias, empleo informal, sobrepoblación, vivienda irregular, discriminación, racismo, homofobia; los chilangos son un caldo de cultivo esperando a desbordarse y sin opción a sobrevivir.

Y como si hiciera falta un colmo, los gobernantes y funcionarios públicos son directamente proporcionales a la actitud de la población, y resulta que casi todos carecen de interés en la vida de la sociedad para la que se supone trabajan.

En los últimos años la naturaleza se ha encargado de demostrarle a los chilangos que sigue viva, que no se le olvida cuál es su territorio en esta enorme burbuja de asfalto y porquería, e incluso que aún tiene la capacidad de decidir quién se queda y quién se va.

Finalmente, como alguna vez lo escribió Monsiváis, esta ciudad vive un eterno apocalipsis en el que nace y muere cada día, y los vestigios de lo que fue y lo que será conviven con los habitantes, los ven nacer, crecer, reproducirse y fallecer sin inmutarse ni llorar, como si supieran que esta ciudad está condenada.

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@CronicaMexicana