En México no hay terroristas, pero hay vecinos y grupos de habitantes que causan verdadero terror a todo aquel que se opone a sus órdenes. Vivir en una comunidad ya es bastante difícil de por sí, por el asunto de la convivencia, para además sumarle que los mexicanos no suelen ser personas fáciles y en general siempre andan buscando maneras de molestar al de al lado porque así son, porque no hay nada mejor que hacer y porque es más fácil hacer eso que ponerse a trabajar.
El ruido, la seguridad, el mantenimiento y el uso de las áreas comunes son temas de controversia entre vecinos de todas las zonas geográficas y estratos sociales, quienes se enfrascan en verdaderas guerras civiles por el dominio de espacios, reglamentos y hasta presupuestos. Aunque habría que aclarar que a los mexicanos no sólo les preocupan los temas comunes, también ocupan su tiempo en saber si sus vecinos salen, entran, comen, duermen o tienen relaciones extramaritales con extraterrestres.
El chisme es el combustible del conflicto vecinal por excelencia, la leña para que arda el fuego y se generen auténticos linchamientos sociales, en pro de la moral y las buenas costumbres. A los vecinos mexicanos les encanta juzgar, condenar y fusilar, a todo aquel que no entra en sus moldes sociales
Con el surgimiento de las redes sociales la cosa se ha puesto aún peor, los grupos vecinales ahora están en línea y puede acosar a la gente todo el día y toda la noche, y organizar verdaderas revueltas, en contra de algunos pobres incautos que tuvieron la desgracia de elegir vivir en la zona en conflicto.
Comunidad de tercer mundo, país de tercer mundo
Analizando esto, podemos entender por qué México es considerado un país del Tercer Mundo. Si los mexicanos no son capaces de organizarse en comunidad, entre vecinos, y respetar un reglamento común, pensado para que todo funcione bien, entonces no se puede esperar que, en niveles mayores, las cosas marchen como debieran.
Incluso el gobierno, en su desesperación, ha creado métodos y herramientas para tratar de mediar en los conflictos vecinales, que incluso escalan a niveles altos de violencia, sin embargo, es complicado solucionar, cuando el problema es que cada uno piensa para sí mismo y nunca para la colectividad.
En ciudades grandes como Guadalajara, Monterrey y la Ciudad de México, el conflicto vecinal ya es casi una epidemia, una enfermedad social que deteriora el bienestar y la calidad de vida de los habitantes, pero que responde a estados altos de violencia, marginación y falta de autoridad.