Más de 90 metros de profundidad y raíces acuáticas que tienen más de vida que la misma civilización humana. El Cenote Azul, en Quintana Roo, es la prueba viviente de que los hombres son sólo una especie más de paso, en un mundo que es mucho más de lo que podemos ver.
Llegar ya no es difícil, hay carreteras y sistemas de transporte público que acercan cada vez a más al turismo. Ya dentro, como en una especie de parque, hay muchas restricciones impuestas por los nativos, para frenar la destrucción del sitio.
Estar ahí, observar los cientos de kilómetros de selva que aún quedan, y en medio un cuenco gigante de agua transparente, te hace pensar que llegaste lejos y que la vida aún te espera.
Ingresar al cenote es como imaginar una alberca gigante, casi un pozo infinito cuyo fondo no ha sido tocado nunca por la mano del hombre.
De ese fondo imaginario emergen luces brillantes, como si allá abajo hubiera otro sol, un sol marino sólo descrito en las novelas de Julio Verne, y cuyo alumbramiento quizá sirve de ojos a enormes criaturas acuáticas que nunca han visto un ser humano.
Grandes bancos de peces cruzan por la zona, acostumbrados a los turistas que mueven los pies en el agua intentando imitarlos. Incluso, si te quedas suspendido en el agua, pasan y te observan, te intimidan con la mirada como preguntando ¿qué haces aquí, qué buscas y por qué me estorbas el camino?
Cenote azul y la cultura maya
Cuando la civilización Maya estaba en su apogeo no había parque, ni boleto de entrada, ni químicos para ensuciar el agua del cenote. Todo lo que hoy se ve era una selva tranquila, apacible, donde algunos humanos compartían la vida con los animales, en una relación de convivencia y no de dominación.
Esto que vemos es todo lo que queda, el resumen de un universo que nacía aquí, justo en el sur de México, y a cuyo alrededor parecía que giraban los demás astros.
Cada que me sumerjo allá abajo tiendo a pensar que eso mismo que hoy veo, con mi desgastada mirada de habitante del siglo XXI, lo vio un sujeto de la cultura Maya hace miles de años, un sujeto que como yo, empezaba a vivir y soñaba con mundos lejanos, otras épocas y otras vidas, que le respondieran sobre el por qué de su existencia.
¿Qué tanta conexión cósmica queda en un lugar como el Cenote Azul?, ¿será que al venir aquí y escuchar el delicado aletear de los peces en el agua, los Mayas nos hablan y se conectan con nosotros?