El mundo del maíz, su cultivo, sus procesos y el lugar que tiene en el mundo es, sin duda alguna, una de las herencias más grandes que dejaron los antiguos mesoamericanos, y que hoy sigue siendo base, no sólo de la alimentación, sino de una manera de concebir la vida. Esta es la herencia de las tortillas ceremoniales.
Bien sabido es que el maíz no solamente representaba un alimento en el mundo prehispánico, sino que era un signo de la vida, la fertilidad y la creación del hombre.
La etnia Hñahñu, del estado de Guanajuato, conserva, desde tiempos inmemoriales, la costumbre de un alimento conocido como tortilla ceremonial, un rito gastronómico que involucra a familias y comunidades enteras.
En esta caso, las mujeres juegan un papel primordial, pues son quienes reciben el maíz cultivado en el campo, lo muelen y producen la masa para hacer tortillas, a la que le incorporan un sello, con un diseño especial y único, el cual representa a cada familia y se coloca con tintes naturales, completamente comestibles, como la grana cochinilla.
Tortillas ceremoniales en la actualidad
Esta antigua costumbre se lleva a cabo en torno a ceremonias y fiestas, como inauguraciones y cierres, y se realiza de manera colectiva. Además, es un agradecimiento que, en grupo, se da por los beneficios recibidos de los dioses.
Desde la tradición prehispánica, la realización de ritos en comunidad, implica que cada sector, las mujeres, los hombres, los niños y los ancianos, tiene una tarea asignada que deben cumplir, como en un engranaje perfecto.
En el caso de los Hñahñu, es muy importante la cuestión de la herencia, ya que hasta el día de hoy, los más jóvenes siguen aprendiendo de los más viejos, la realización acostumbrada de estas tortillas que, pese a los años, se mantiene como una obligación natural por pertenecer a este grupo.
Otro punto importante, en las tortillas ceremoniales, es que sirven para expresar emociones, amor, agradecimiento y alegría, y es por eso mismo que, no es una realización del día a día, sino de momentos especiales.
Finalmente, lo más importante es recordar que se trata de una costumbre prehispánica, que sobrevivió a la conquista española y se afianzó en la Colonia, aunque hoy sólo se limita a unos cuantos pueblos tradicionales, del centro de México.
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Valeria Lira