«Venga usted al karaoke y saque al ñero que lleva dentro». Eso debería decir afuera de este tipo de establecimientos que, literalmente, sacan lo más culposo que llevamos dentro. El karaoke es esa modalidad de centro de entretenimiento, que te permite subirte al escenario y convertirte en cantante por unos minutos. La verdad es cero glamoroso y 100% vergonzoso, pero es una costumbre ineludible entre la mayoría de los mexicanos.
Es por todos sabidos que eso de “hacerle al oso” no le da miedo a la mayoría de los mexicanos, quienes no conocen la pena de colgar sus calzones en la ventana, llevar serenata a las tres de la mañana o comer torta de sardina, con toda la peste que eso significa.
No importa el nivel socioeconómico del lugar en cuestión, las canciones siempre son las mismas y equivalen al grado de desvergüenza de los usuarios, porque de hacer el ridículo en el karaoke nadie se salva.
Hay un repertorio casi obligado en el soundtrack del karaoke mexicano que, dependiendo de la edad, puede ir desde José José y Lupita D ‘Alessio, hasta Gloria Trevi, Timbiriche, Jeans, RBD o Vicente Fernández, para los que se sienten más folclóricos.
Karaoke y la tradición de cantar borracho
No sabemos si es el alcohol, la emoción del momento o las ganas de unirse a la multitud, pero el karaoke en los bares mexicanos tiene un efecto especial: es capaz de eliminar toda inhibición y revelar al cantante que todos llevan dentro.
Casi cualquiera que haya pasado una época en los centros nocturnos del país, es capaz de recordar al menos una noche donde las copas hicieron de las suyas y el canto afloró casi tan rápido como las ganas de vomitar el escenario, en una especie de conjunción macabra imposible de olvidar.
Sí, no hay nada más deprimente que un karaoke pasadas las 2 o 3 de la mañana, cuando la borrachera se muestra con todo y es momento de sacar a relucir a los ex, las infidelidades y toda clase de ardores amorosos tipo telenovela.