¿Quieres ser padrino?

No es que los mexicanos sean unos gorrones, ni tampoco que sean tacaños, menos que les encante hacer fiestas enormes, cuyo costo simplemente no pueden pagar. Sucede que les fascina hacer todo en colecta, trabajar en equipo, y que todos pongan de su parte. Pocos ejemplos mejores que los bautizos.

Sí, cómo no. Lo que en culturas orientales podría considerarse “la dote”, una especie de enorme cuota dada por la familia de una mujer como pago a la familia de un hombre, para que ambos puedan casarse, en México lo resumimos en el padrinazgo.

Casi todos nos han pedido apadrinar algo, desde niños de la calle hasta el niño de la vecina, las velas, los arreglos, los globos, las servilletas o los popotes de la fiesta del primo de un amigo, que nos aprecia mucho, y por eso nos confía tan importante tarea.

Hay padrinos de anillos, de iglesias o de salones, pero hay personas que no tienen vergüenza y piden padrinos hasta de calzón y calcetín, de cinco pesos el par. Y es verdad, conforme pasan los años la gente se vuelve más sinvergüenza y busca padrinos de nacimiento, de bautizo, de varicela, de 15 años, de aborto, de boda y hasta de divorcio.

Pero es una cuestión tan mexicana, que casi nadie se atreve a negarse ante una petición así, como si eso pudiera ofender una tradición milenaria, herencia de generaciones y generaciones de gorrones, que celebraron, siempre cargados sobre los hombros de otros pobres resignados; aquellos que empeñaron hasta el catre, para pagar el fondo interior del vestido, de una gorda quinceañera.

Bautizos y la importancia del padrino

En teoría, la cuestión de apadrinar significa dar un respaldo, ya sea económico o moral, a otra persona, respecto a algún asunto en específico, o para toda la vida. Es una costumbre que en México se heredó del cristianismo, sin embargo, con los años y, especialmente en el siglo XX, el concepto se transformó hasta convertirse en una verdadera conveniencia material, antes que la convicción de encomendar a alguien moralmente.

Tal vez toda esta cuestión viene de la reducción del poder adquisitivo de las clases medias, que se ven en la constante necesidad de hacer fiestas, para aparentar una estabilidad económica que no poseen, y buscan métodos para alcanzar ese objetivo, entre ellos conseguir el padrinazgo, hasta sobre el más mínimo detalle, con tal de ahorrar.

Y bueno, lo de “madrina” o “padrino” ya es una cuestión que se queda para toda la vida, así te haya tocado apadrinar los platos desechables, siempre te van a decir así.

Valeria Lira

@CronicaMexicana