La resiliencia es la capacidad que tiene una persona para levantarse después de una tragedia o un golpe muy duro, recuperando su vida, aún cuando lo haya perdido absolutamente todo. Esto se reconoce como una cualidad humana, que puede ser útil en las peores circunstancias y cuando absolutamente todo parece perdido.
No hay duda de algo: los mexicanos somos altamente resilientes. Perdimos el país en la conquista, cedimos el control del país, nuestro pasado prehispánico, parte del territorio, la decisión sobre nuestras leyes y hasta la dignidad como seres humanos, y sin embargo, todavía logramos construir un país que, más mal que bien, aún funciona y corre a toda velocidad.
Sería imposible enumerar todas y cada una de las tragedias que han vivido los mexicanos, desde que se tiene registro de su existencia, siempre una peor que la otra, pero nunca tan graves como para no volver a la pelea. Y aquí seguimos, parados en el ring.
Para cualquier grupo humano, poseer resiliencia es una ventaja a favor, un punto extra en la carrera de la sobrevivencia. Si pensáramos como Charles Darwin, en términos de la selección natural, muy probablemente los mexicanos seríamos los primeros sobrevivientes del apocalipsis humano en la tierra. Y quizá todavía nos quedarían ganas para hablar con algún doble sentido.
Y es que parece chiste, pero es verdad. Se calcula que casi la mitad de la población mexicana vive con menos de cinco mil pesos mensuales, ingresos con los que mantienen a familias de al menos cuatro personas, les dan alimento, educación y hasta entretenimiento. Eso es un nivel de supervivencia que ya quisieran muchos europeos, que hoy enfrentan la crisis económica mundial.
Resiliencia chilanga
La Ciudad de México es un testimonio vivo de resiliencia nacional. Durante el terremoto de 1985, más de un millón de personas se quedaron sin hogar y la destrucción fue masiva, y en exceso costosa. Pese a ello, antes de un año cumplido de la tragedia, la ciudad ya estaba otra vez corriendo a su ritmo normal.
Claro que las huellas quedaron y a décadas de distancia no se han borrado, sin embargo, eso deja de lección que los mexicanos son capaces de cargar muchas veces su peso sobre sí mismos, tal como si fueran hormigas.
Y ya para rematar, los mexicanos son constantemente resilientes a la tragedia de su democracia. No hay como ellos para levantarse e ir a votar en cada periodo electoral, aun cuando todavía no se recuperan del anterior, el de antes de ese y el de antes de antes de ese, todos, una enorme decepción que confirma que la democracia en México no existe.
Quizá los mexicanos sean pobres, agachados, ignorantes y hasta desobligados, pero nadie en el mundo iguala su capacidad para levantarse de las peores circunstancias y seguir avanzando.
Y es que algunas veces, ni los mismos mexicanos comprenden, que en esa cualidad está su propia fortaleza y la que les debería traer más ventajas, que el sólo hecho de aguantar, aguantar y aguantar…
Valeria Lira