El escritor Carlos Monsiváis afirmaba que la Ciudad de México era la cristalización de un apocalipsis diario, capital en la que era posible verse, al mismo tiempo, el nacimiento y muerte de todo un país, con todos sus sueños, sus anhelos, sus alegrías, tristezas y desgracias. Hoy, en pleno siglo XXI, la CDMX está viviendo un fenómeno interesante: la gentrificación.
Se trata de un término inglés, que se refiere a un movimiento de la clase media alta y alta, hacia zonas de la ciudad más desfavorecidas o en deterioro, aprovechándose de que, por su misma situación, tienen servicios más accesibles y precios más bajos, comparados con las zonas residenciales.
Es así que, en los últimos 15 años, la Ciudad de México ha visto proliferar, en muchas colonias que antes se consideraban populares, enormes torres residenciales, edificios de departamentos pequeños, que se venden a precios de lujo, y están construidos donde antes había sólo casas.
Estos movimientos, muchos en contra de la ley, y en contubernio con funcionarios públicos, elevan el valor de la zona en todos los sentidos, e incluso el costo de vida, haciendo que quienes siempre habían vivido ahí, ya no tengan recursos suficientes y tengan que desplazarse a otros lugares más baratos.
Y eso sumándole los problemas que acarrea, meter decenas de departamentos en el sitio donde antes habían sólo una o dos casas; sobre-demanda de servicios, sobre-población, falta de estacionamiento, delincuencia, ruido, exceso de desperdicios, etcétera.
Muchos grupos de vecinos han tratado de detener el proceso de gentrificación de la capital del país, sin embargo, la corrupción es más fuerte y este tipo de desarrollos habitacionales, siguen apareciendo por todas partes.
Gentrificación, las zonas que van haciéndose más caras
En la Ciudad de México hay colonias como, Santa María la Ribera, Morelos y Guerrero, que están comenzando a dejar de ser barrios populares, invadidas por especuladores inmobiliarios que tiran antiguas casonas, para instalar monstruos habitacionales, desplazando de manera casi obligada, a los que menos tienen.
Si por sí solos, los costos habitacionales en la CDMX son bastante elevados, incluso en zonas de nivel bajo, con el fenómeno de la gentrificación se volverá imposible vivir en la capital, para las personas de clase media y baja.
Finalmente, quizá lo que más duele con estos movimientos, es la muerte de los barrios antiguos de la Ciudad de México, y la vida que con ellos se va. Poco a poco es visible que las colonias cambian, los negocios familiares se sustituyen por cadenas comerciales, los parques se vuelven edificios o estacionamientos, las casas ahora son enormes muros de concreto y las personas simples desconocidos, que incluso ignoran lo que antes estaba, donde ahora viven.
En esta ciudad, que desde que nació ha crecido sin control, la tendencia siempre ha sido hacia la desaparición, el olvido y la sustitución de unos por otros, en un intento por alcanzar una ilusión de modernidad imposible, lejana y completamente fuera de la realidad chilanga.
Valeria Lira