La capital es amplia, casi tan amplia como la diversidad de los que en ella habitan, clasificados por sus actividades, condiciones sociales y económicas, grado de estudios y características particulares. A continuación una breve clasificación de cuáles son los principales tipos de defeños, respondiendo al imaginario colectivo de los chilangos promedio.
Chilangos clasemediero natural
Esta clase de chilango es la más abundante en la capital mexicana. Tiene un empleo que le permite vivir bien, sin demasiado lujo, pero con acceso a ciertas pequeñas comodidades. Probablemente su sueño más grande sea tener una casa, o por lo menos una de interés social, allá por el Estado de México, pero que le permita dejar de pagarle renta al casero. Le da lo mismo si es en taxi, en coche o en pesero, lo que convenga al tiempo y al bolsillo, es lo que abordará para llegar a su destino. Es de esos chilangos que se la está pensando muy bien para dejar descendencia, porque ve complicada la situación.
El chilango “UNAMita”
Dice la estadística que no, pero la verdad es que salen hasta debajo de las piedras. Pertenecen a ese selecto –no tan selecto– grupo de personas que se forman en la máxima casa de estudios del país. La UNAM para ellos es parte del ADN; la llevan en la camiseta, en los partidos de fútbol y en el currículo, bien puesta hasta el frente, para que a nadie le quede duda. Casi siempre están en contra del régimen de gobierno, aunque pasen los años y éste cambie, como si su estatus universitario los obligara a rechazar lo establecido, en una especie de anarquismo impuesto que, como las palabras lo señalan, es una completa contradicción.
El chilango dominguero
Este tipo de capitalino parece vivir enfrascado en una rutina que lo mata lentamente. Se le puede ver, principalmente los domingos, rondando los supermercados y las tiendas departamentales de la mano de otro chilango o chilanga y de un chilanguito menor que, en el peor de los escenarios, está azotándose contra el piso para cumplir con su dosis diaria de berrinche, con mocos y mugre facial. Andan con cara de quererse regresar a la cama, y parecen ignorar la letanía de la pareja que traen a un lado, al tiempo que se gastan lo que queda de la quincena en pañales y pan Bimbo, y piensan que se les está pasando el partido de fútbol, mientras están parados en la fila, para pagar. También se les puede ver por los parques y los cines, con una cara de resaca que no pueden con ella.
El chilango millonario aspiracional
Quizá alguna vez tuvo o piensa que tuvo, y algo se le quedó de chilango millonario, aunque sea sólo la aspiración, se dedica a comprar ropa de marcas europeas a bajo costo, viste bien y disimula para que no noten que compró en oferta. Intenta, en la medida de su bolsillo, asistir a los lugares donde se reúne la verdadera crema y nata de la capital mexicana, aunque sea para colarse en alguna foto de las revistas de sociales, y decir que él frecuenta con naturalidad esos lugares, aunque el cadenero ni lo deje pasar.
Siempre tiene las tarjetas de crédito hasta el tope, pero jamás compra en cadenas populares, y estira la quincena hasta el último centavo, para darse uno que otro lujo, que lo posicione como citadino pudiente. Si es que estudian, estos defeños van a universidades de medio pelo y salen del paso, pues el intelecto no suele ser su fuerte.
La mamá chilanga
Este es un clásico del DF, y pulula en todas las clases sociales. No se trata de una mamá común y corriente, esta es especial. Suele rondar los 60 años, carga consigo una bolsa que más bien parece costal y en ella lleva el mundo, desde los números telefónicos de media ciudad, hasta el rollo completo de papel de baño. Suele ser devota creyente de alguna religión, y siempre la saca a tema en las conversaciones. Le gusta sentarse a platicar en el parque, en el camión, en el Metro o en el club, y siempre trae a colación anécdotas de sus comadres, sus nueras o sus suegras, para terminar recomendando alguna crema para las reumas, o el dolor de ciática.
La verdad es que estas son sólo algunas clases de chilangos, sin embargo, esta ciudad es tan diversa que no habría clasificaciones suficientes para diferenciar, qué piensan, qué sienten y cómo viven los habitantes de la gran Ciudad de México.
Valeria Lira