María de Jesús Patricio Martínez, una mujer indígena de 57 años, se está perfilando como una posible candidata independiente a la presidencia de México, para las elecciones de 2018. Auspiciada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), la famosa Marichuy podría competir, frente a frente, con la clase política del país y representar una amenaza seria a sus intereses. Además, cabe la posibilidad de que se convierta en un personaje mediático, ídolo de masas, incluso podría ser ejemplo para más mujeres que, perteneciendo a sectores populares, sueñan con cambiar al país.
Más allá de los mitos que existen alrededor del EZLN, y sus verdaderas intenciones con los mexicanos, el sólo hecho de contemplar la posibilidad de tener una candidata indígena, mujer y representante de los pueblos más olvidados del país, ya es mucho decir, para el México en que vivimos.
Nadie puede negar que este país sigue siendo un territorio donde dominan el machismo, el racismo y el clasismo, y aquellos que no son rubios y no pertenecen a un sector acomodado, pierden casi toda oportunidad de progreso, solamente por tener un origen humilde o incluso por no vivir en una ciudad desarrollada.
Marichuy ¿la presidente que necesitamos?
Muchos podrían argumentar que Marichuy es una mujer de la clase más popular del país, y que carece de la formación académica necesaria para gobernar, pero la realidad es que esa formación con la que, supuestamente cuentan los políticos mexicanos, no ha servido de absolutamente nada más, que no sea robar.
Aún falta un tiempo largo para las elecciones de 2018, y mucha información va a surgir en el camino. Quizá Marichuy no tenga el perfil idóneo, o el grupo que la auspicia no sea lo mejor que podemos esperar, sin embargo, el sólo hecho de que contemplemos tener una candidata como ella, ya nos da muchas esperanzas como nación, nos permite hablar de un cambio en la ideología, y la apertura hacia otros sectores sociales que antes eran marginados.
También hay que admitir que la situación política del país, no parece prestarse en estos momentos para una transformación tan compleja. Difícilmente un candidato ajeno al grupo dominante llegará lejos, pues el mismo sistema se opone a que las cosas cambien, y ha quedado demostrado en ocasiones anteriores.