La telenovela de la socialité mexicana

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Pertenecen a un sector social privilegiado, acceden a objetos, situaciones, lugares y eventos, que la mayoría envidiarían, y por supuesto, creen que el aliento les huele a flores. ¡Sí, cómo no…! Así es la caricatura de la socialité mexicana, ese envidiado sector de población, que es responsable de los suspiros de unos y las maldiciones de otros, según como vaya el resentimiento social.

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Poco menos del 2% de la población mexicana pertenece a la clase alta, un número que incluso se ha visto reducido en los últimos años, con la crisis económica y la reducción de la calidad de vida para miles de familias.

Pese a lo anterior, la clase alta sigue pisando fuerte e incluso sigue siendo una especie de sueño fantástico para las clases populares que quisieran, luego de años y años de luchar, llegar algún día a ser como los ricos mexicanos.

Pese a que son simples seres humanos, con un ingreso superior al de la mayoría de la población, para la sociedad mexicana los ricos son como una telenovela, una figura aspiracional que se pinta como de ensueño y permite fantasear con un mundo donde todo, al menos aparentemente, es perfecto y está resuelto.

Inclusive los medios de comunicación, en especial la televisión, han dibujado una verdadera comedia de la clase alta mexicana, una caricatura solemne en la que participan enormes palacios, chóferes que se llaman Jaime y sirvientas con uniforme ridículo que se enamoran del patrón y, al final, luego de ríos de lágrimas, se casan con él en bodas fastuosas y dignas de la realeza española.

Socialité mexicana, la vida detrás de la telenovela

La realidad no es tan fantástica, no sucede tan frecuentemente que las niñas pobres se casen con príncipes, y entre los ricos no hay muchos de esos, hay simples mortales con muchos ceros en sus cuentas de banco.

Además, tal como nombraba la famosa telenovela de los años 70, los ricos también lloran y su vida no es siempre glamour, pasarelas, fuegos artificiales y compras lujosas. Ellos también sufren por amor, son infieles, son tacaños, les salen pelos en lugares incorrectos y pagan impuestos…

La clase alta mexicana es aspirada, soñada, envidiada y criticada, pero sobre todo, es un sector al que cada vez se accede con más dificultad. Son más los que tienen dinero por aquello de las herencias, que quienes realmente conservan un estatus alto de vida por sus propios medios.

En pocas palabras, ellos no son ricos, sus padres y sus abuelos lo fueron, en una época en que México progresaba, la industria nacional crecía y el peso mexicano, así fuera uno o millones, tenía valor real.

@CronicaMexicana