El largo camino a la quincena…

Quincena

Sí es cierto eso de que los mexicanos vivimos según el día de la quincena en que andemos. Como las mujeres en su ciclo menstrual, los mexicanos cambiamos de ánimo, de cara y hasta de look, dependiendo de los ceros que reflejen nuestras cuentas.

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Amanecer en día de pago es algo así como despertar en la opulencia, nos brilla hasta la sonrisa, parece que los pájaros cantan y el refrigerador no cierra de tan gordo.

Ver llegar la quincena es respirar hondo porque seguimos vivos, porque ahora sí la hicimos, no nos morimos de hambre y hay hasta para un taco extra en el puesto acostumbrado.

Es cierto, para los casi 35 millones de asalariados que viven en México y cuyos salarios no son los mejores, ver llegar la quincena es un asunto de sobrevivencia, al tiempo que también con los días van viendo cómo se les va, se reducen los lujos, la comida escasea, hay que caminar porque no alcanza para el camión y la última cena, antes de ver llegar el pago otra vez, se reduce a un bolillo con sal, o con huevo si no estuvo tan dura la crisis.

Y eso es un imparable volver a empezar, cada 15 días, hasta la muerte, la jubilación o el despido laboral.

En pocas palabras, ser asalariado en México, es pasar de príncipe a mendigo cada 15 días, recorriendo de un lado a otro los agujeros del cinturón, según lo que diga la cartera, y haciendo sacrificios para no pasarla tan mal. Suena feo, pero es una realidad multitudinaria.

Quincena, la dulce maldición del día que pagan

Ni modo, aquí nos tocó vivir, en este país que gusta de contrastar todas las cosas posibles. Unos lloran porque trabajan y no les alcanza, otros más lloran porque ni trabajan ni les alcanza, y unos cuantos, muy pocos, superan al promedio y no tienen razón para llorar, porque sus bolsillos están gordos.

Es cruel, pero es el día a día de millones que viven atados a un salario, lo bastante corto como para vivir, pero suficiente para seguir rogando por más. Así enseñó el capitalismo, lejano a la autogestión de las masas, y tendiente siempre a la dependencia de los grandes monstruos empresariales, que se alimentan de sus empleados y les pagan con las migajas.

Claro, no todo tiene que ser así de duro. La verdad es que, al menos para los mexicanos, ver llegar la quincena es siempre un brinco a la felicidad, el día en que todos salen a gastar porque sueñan que son ricos, que ya la hicieron y que lo mejor sólo está por llegar. Y entonces las tiendas, las carreteras, las calles, los cines, y hasta las ventanillas de los empeños, se llenan de pupilas ilusionadas, personas que vuelven a creer en sí mismas y es como si la vida volviera a comenzar a partir de ahí.

La quincena es el ave fénix de los mexicanos; nacer y morir cada 15 días, porque el sistema así educó a abuelos, padres e hijos, en una cultura que no ahorra, nunca tiene dinero, pero sí gasta porque eso le encanta; oler a nuevo, relucir y presumir, aunque se esconda un agujero en el calzón y frijoles para lo que resta del mes.

Valeria Lira

@CronicaMexicana