Se dice que los mexicanos vienen de la cultura del esfuerzo, ese detalle que los hace ser un poco más luchadores, necios incansables y comprometidos, más que el resto de sus compañeros humanos.
La gran mayoría de la población mexicana no pertenece a un sector privilegiado, sino a clases sociales que han trabajado históricamente para progresar, estar y vivir mejor, en un país que no tiene suficientes oportunidades para todos.
El panorama no es sencillo, se calcula que solamente el 14% de los jóvenes mexicanos puede ir a la universidad, mientras el resto queda fuera de la educación superior, porque los lugares en las escuelas públicas son limitados y no tienen recursos para ingresar a las escuelas privadas.
Viéndolo así, las oportunidades se reducen aún más y la cosa se pone más complicada para las nuevas generaciones. Sin embargo, también se refuerza la idea de que el esfuerzo, en cualquier sector, será el factor que permitirá a millones de mexicanos lograr algo, a pesar de las difíciles circunstancias.
Cultura del esfuerzo, fruto de la desigualdad
Claro que la cultura del esfuerzo tampoco justifica vivir en un país donde la riqueza está mal repartida, muchos no tienen nada y muy pocos lo tienen casi todo. A diferencia de naciones desarrolladas, en las que todos tienen el mismo acceso a la educación, a la salud y al empleo digno, en México realmente tienes que “partírtela” si quieres lograr algo por ti mismo.
También es verdad que vivimos una era en la que el esfuerzo y las capacidades, están siendo desplazadas por las ventajas que otorga Internet. Ahora los más jóvenes crecen aprendiendo a tenerlo todo a un clic de distancia, aunque el mundo de afuera sigue protagonizando una lucha encarnizada por las oportunidades.
La cultura del esfuerzo también explica por qué los mexicanos dan por hecho la desigualdad, la ausencia de justicia y la ineficacia de las instituciones, para otorgarles garantías que ya están pagadas con los impuestos.
