Abortar las esperanzas

Aborto

Cada cierto tiempo, en México se pone de moda el tema del aborto, como si la moral de los legisladores les diera una comezón que deben rascarse, con discusiones que nunca llegan a alguna parte. Es un tema moral, religioso, económico, humanitario y hasta de calidad de vida, por eso genera tanta polémica en distintos sectores poderosos del país, cada uno de los cuales cree tener la única y verdadera razón.

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En realidad, aunque cada cual tiene su visión, las únicas personas que saben lo puede significar poder abortar legal o ilegalmente, son las mujeres, que ha tenido que enfrentarse a esa decisión.

Se calcula que al año se practican un millón de abortos en mujeres mexicanas, la gran mayoría de los cuales son clandestinos, realizados en clínicas no autorizadas y con métodos que ponen en riesgo la vida de la madre. Sólo un pequeño sector de la población tiene acceso a abortos no riesgosos, que sólo son legales en la Ciudad de México, y eso con autorización de los padres, en caso de menores de edad.

Y así, el tiempo se va en discusiones muy lejanas de la realidad que atañe a las mujeres mexicanas. No sólo se trata de deshacerse de un producto no deseado, las elevadas cifras de aborto en México, hablan de machismo y doble moral, falta de educación sexual y de empoderamiento femenino; ellas no son capaces de decidir sobre sus cuerpos y menos aún de exigir protección cuando tienen relaciones sexuales.

Aborto, el debate de nunca acabar

Viene a colación el tema de la educación sexual, porque parece que en México las cosas se hacen mal a propósito. El sector más moralino del país, demandó hace poco que no se enseñe sexualidad en las escuelas públicas del país, cuando el 27% de las mujeres mexicanas embarazadas, tienen menos de 18 años y se está observando el fenómeno en niñas, desde los 10 años.

Ese mismo sector es el que también se niega a que las mujeres puedan abortar libre y legalmente, en condiciones adecuadas, en hospitales públicos o privados autorizados. Y todo en pro de “salvar vidas”, las que después vendrán a vivir pobreza, abandono y olvido, por parte de esos mismos sectores que los obligaron a nacer.

Es cruel pensar que alguien no tiene lugar en el mundo, pero es más cruel aún, pensar que ese alguien se cristalice en un ser humano sin oportunidades, resultado de la victimización de las mujeres, en un país que sigue siendo altamente religioso y machista.

Y para rematar, ese mismo sector defensor de la vida, tampoco quiere que los que ya nacieron y viven abandonados en orfanatos o en la calle, tengan un hogar de padres homosexuales, “porque es antinatural y va contra la familia”.

El panorama a futuro

Algo está al revés en una sociedad que defiende la vida de un feto y luego lo condena al abandono. Debiera más bien defenderse la vida de las mujeres, su derecho a saber, a decidir, a desarrollarse, y no vivir condenadas a ser madres, antes que seres humanos.

Además, quienes niegan el derecho al aborto, hablan del asunto como si de comer manzanas se tratara: muerdes la manzana y desechas los huesos. Científicamente es sabido que las consecuencias mentales y físicas para alguien que aborta, voluntaria o involuntariamente, son muy graves, e incluso para quienes participan en el procedimiento, pues tampoco es tan sencillo decidir que alguien no nazca.

Valeria Lira

@CronicaMexicana