Epidemias que atacaron a México

«Ya mejor que te dé un Sida, un cáncer o comezón; hoy más vale ser suicida, con taquitos de pastor.», reza la canción «La Cumbia de la Influenza», de la «Agrupación Cariño», en el año 2009, cuando México vivió una de las epidemias más escandalosas de su historia moderna: la de la Influenza AH1N1. Entre saludos lejanos, tapabocas y toneladas de gel antibacterial, los mexicanos enfrentaron la pandemia mundial, supuestamente más mortífera del siglo XXI.

El Distrito Federal tiene su propia historia de enfermedades masivas. Cuenta la leyenda que los hombres prehispánicos eran fuertes y saludables como el acero, y no padecían enfermedades graves, sin embargo, cuando llegaron los conquistadores españoles también trajeron sus animales, sus granos, y con ello sus parásitos que, por un tiempo, resultaron mortales para los nativos de Tenochtitlán y alrededores, que no estaban acostumbrados al grado de inmundicia en que vivían los europeos.

Recordemos que la Europa antigua no se caracterizó por sus altas medidas de higiene, sino todo lo contrario, por la cochinería en la que los habitantes vivían, incluso aquellos que pertenecían a la nobleza y lanzaban sus orines a la calle, porque no existía el caño.

Pestes con granos, gripes inclementes y anemias famélicas, fueron pesadillas que pasaron los indígenas al enfrentar su mundo con el universo europeo, sin defensa alguna para ganar. Indígenas, negros, españoles y criollos fueron muertos por igual, ya que la ciencia poco conocía al respecto y no existían remedios para curar tan extraños padecimientos.

Epidemia, una historia tan vieja como el país

Y fue el Siglo XVI uno de los más mortíferos en la historia de México. El Sarampión, la Peste y la Viruela, mataron a un tercio de la población, lo que se agravó porque la Corona no dispuso medidas de control, aislamientos o disposición de los cadáveres, y el contagio fue feroz.

Los escritos de los conquistadores hablan de la epidemia de Cocoliztli, por el año 1576, una especie de fiebre hemorrágica y contagiosa, que acabó casi por completo con la población de indígenas del valle de Tenochtitlán.

En los años posteriores, las epidemias siguieron cobrando vidas por las continuas inundaciones, la falta de médicos y la ausencia de hospitales adecuados para atender a todos los enfermos.

Para 1695, la poetisa Sor Juana Inés de la Cruz, murió víctima de una epidemia de tifus que atacó el convento donde habitaba, en la Ciudad de México.

En 1779 se fundó, en lo que hoy es el Museo Nacional de Arte (Munal), el Hospital General de San Andrés, una especie de innovación en salud pública, traída directamente de España y con una visión mucho más avanzada de la sanidad. Este detalle ayudó un poco al control de las enfermedades masivas en México.

Siglo XIX

Ya en el Siglo XIX aparecieron las epidemias más famosas del México antiguo, como el cólera, la fiebre amarilla, la tifoidea y el paludismo. El problema se vio agudizado por la negación de los habitantes a inmunizarse, al tiempo que aparecieron las primeras vacunas experimentales, hechas por científicos mexicanos.

En 1862 sucedió la famosa Batalla de Puebla, en respuesta a la invasión del Ejército Francés al territorio mexicano. Más allá de la lucha de los soldados mexicanos por defender al país, buena parte de la victoria sucedió, gracias a que los enemigos se vieron reducidos en su número, porque los atacó el sarampión.

Epidemias del siglo XXI

Con todo el avance científico, las enfermedades masivas parecieron detenerse un poco a la entrada del Siglo XX. Sin embargo, más adelante, en los años 80, apareció un padecimiento de los más mortíferos que han surgido en la historia de la humanidad, y cuyo control sigue sin lograrse hasta este momento. El VIH-SIDA lleva en su historial, unas 25 millones de personas muertas; en México mueren cinco mil personas al año por esta causa.

Y ya más cercanos a esta época, y más allá de las grandes epidemias, potencializadas por los medios de comunicación, el Distrito Federal vive, desde hace algunos años, una epidemia de piojos con la que nadie ha podido terminar. Escuelas de todos los niveles y clases sociales, en la capital mexicana, han sido las principales protagonistas, dejando atrás el mito de que se trata de un padecimiento relacionado con la pobreza o la falta de higiene.

Valeria Lira