México, el negrito en el arroz

Vivir en México

No importa cuántas veces repetiste el juramento a la bandera cuando estabas en la primaria, ni todo lo que leíste en los libros de historia respecto a esos héroes que te dieron patria y te regalaron el país en el que vives. Nada de eso es relevante porque tú lo que quieres es irte, hacerla en otro país, en uno que ya esté hecho, limpio y ordenado, construido especialmente para que tengas una vida feliz y estilo american way of life. Ningún mexicano quiere vivir en México.

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A México nadie lo quiere, los que están aquí se quieren ir, los que se fueron no quieren regresar y los demás no quieren ni voltearlo a ver, porque es el niño apestado del salón, la prima incómoda y la papa caliente. Y lo más triste del caso es que, como mexicano, te han enseñado a buscar oportunidades en países lejanos, apreciando culturas diferentes y aprendiendo otras lenguas para olvidar que naciste en la tierra de la vergüenza.

En la actualidad más de 13 millones de mexicanos viven en el extranjero, más todos aquellos que habitan en otros países de manera ilegal y no cuentan para la enorme estadística de personas que dejaron este territorio por falta de oportunidades, por miedo a la inseguridad o por simple ausencia de expectativas sobre el futuro.

Probablemente sucede que no nos enseñaron a querer suficiente a nuestro país, y menos aún a trabajar todos los días para mejorarlo; solamente aprendimos que nos tocó nacer en un sitio donde las cosas no funcionan, y envidiar a los que nacieron en Suiza, en Holanda o en Estados Unidos, con sus casas de cuento y sus carreteras perfectas.

Nadie hace un esfuerzo por aquello que no aprecia; los mexicanos no saben que los países desarrollados costaron esfuerzo, millones de vidas en guerras civiles, y muchas generaciones de ciudadanos que aprendieron a trabajar en equipo, para construir las sociedades en que querían vivir.

Vivir en México, atrapado en un círculo vicioso

Irónicamente los que siguen viviendo en México, también siguen votando por las mismas estructuras que rechazan, alimentan al sistema con sus impuestos y le dan una palmada en la espalda al Estado, cada que se destapa un caso de corrupción o crimen, en las instituciones que se supone deberían servirle a los ciudadanos.

Y al final todos hacen como que no pasa nada, solamente pasa el tiempo y se recorta la dignidad de los mexicanos, como se les recorta el presupuesto, cada que el capital se fuga por la coladera.

Lo peor es que no son apreciaciones al aire; en la última década países como Brasil y Perú, que antes estaban en las mismas condiciones sociales y económicas de México, avanzaron al punto de convertirse en líderes del continente y próximas potencias del mundo. Mientras tanto, aquí seguimos preguntando: dónde quedó la bolita y de qué color era el caballo blanco del General Lázaro Cárdenas.

120 millones de mexicanos, no son ni serán nunca suficientes para construir una nación donde sobran los burros, pero faltan los olotes, y los pantalones.

Valeria Lira

@CronicaMexicana