Cuando el servicio público no le sirve a nadie

Son las 3 de la tarde de un miércoles cualquiera, llevas dos horas haciendo fila en una oficina de gobierno, tienes calor, hambre, mal humor, hay un niño que grita y azota su cabeza contra el suelo, y la señorita servidor público, que está en el mostrador, 20 personas adelante de ti, decide que el chisme es mejor que ponerse a trabajar, y cada cinco minutos se voltea con su amiga para platicar. Y así pasan horas. Y para rematar, ya que llegaste al frente de la fila, esa bien o mal nombrada servidora pública, te atiende con cara de pocos amigos y cree que te está haciendo el favor de escucharte.

Ojalá fuera una mala historia de horror, pero la verdad es algo que se vive a diario, en prácticamente toda la burocracia mexicana.

En este país hemos entendido mal el concepto de servicio público, que en pocas palabras es eso, servir a la sociedad, al que lo necesite, ser un satisfactor, y eso no debería ser cualquier cosa.

Según cifras oficiales, la nómina del gobierno federal reporta más de 1.6 millones de servidores públicos en todas sus dependencias, mismos que le cuestan al país más 236 mil millones de pesos al año. Y esa fortuna no la paga nadie más, que los mismos contribuyentes, frustrados porque la burocracia es una fatalidad.

Y ya viajando más lejos, trabajar para el servicio público es un empleo como cualquier otro, donde debería valer hacer las cosas bien y con empeño, no sólo si tienes una plaza o perteneces a un sindicato que te va a proteger, aunque hagas un pésimo trabajo. Porque eso es lo que sucede, muchos de los servidores públicos están aferrados a sus puestos, con la idea de que nadie puede correrlos, y se aprovechan de eso para ser los peores empleados; si van a hacer las cosas, deberían hacerlas bien, ¿o no?

Servidor público, el honor en otros países

Hay algunos países donde ser un servidor público es un honor y una responsabilidad enorme, de la que jamás se debe abusar, porque significa ir en detrimento de todo el sistema, el Estado y el buen funcionamiento de la sociedad. Pero en México, la realidad es que vamos en contra de cualquier tendencia que signifique progreso, aquí domina la ley del menor esfuerzo y como diría Jaimito El Cartero: preferimos evitar la fatiga.

Tampoco es una cuestión económica, pues información del propio gobierno revela que los funcionarios públicos mexicanos (sí, desde la señora que te atiende mal en la fila de alguna Secretaría, hasta diputados, senadores y el presidente) están entre los mejores pagados del mundo, y cuyas prestaciones ya quisieran muchos que trabajan en el sector privado.

Entonces, es solamente una mala costumbre creer que si eres servidor público debes hacer el mínimo, no mover ni un dedo, portarte grosero y dejar al ciudadano perplejo ante tu cinismo.

Todos, desde el que limpia, hasta el que gobierna, deberíamos hacer bien lo que nos toca, sobre todo si eso nos da de comer. Porque el trabajo dignifica, excepto si eres servidor público mexicano porque entonces te denigra y nadie te quiere, ni tu mamá. ¿O no?

Valeria Lira

@CronicaMexicana