En julio de 2019 un chisme corrió en las redes sociales de los mexicanos, supuestamente el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y los directivos de Grupo Bimbo, principal empresa panificadora de México, tuvieron roces debido al tema de los impuestos, por lo que ella amenazó con irse del país y cerrar por completo sus operaciones en este territorio.
Las opiniones no se hicieron esperar, por un lado hubo quienes agradecieron las intenciones de la trasnacional, debido a que es conocido por todos que sus productos no son nada saludables, provocan diabetes y obesidad, y además ejerce competencia desleal contra los pequeños comercios.
Por principio esta panificadora, presente en México, Centroamérica y Estados Unidos, genera más de 125 mil empleos sólo en este país, siendo una de las empresas que da más fuentes de trabajo a nivel nacional, además de todos los empleos indirectos que también genera.
Por otra parte es bien sabido que durante muchos años las grandes trasnacionales en México, entre ellas Coca Cola Company y Grupo Bimbo, han evadido sus impuestos a través de estrategias dudosas como la deducción por causas sociales.
Bimbo y su futuro en el país
¿Por qué si las empresas pequeñas pagan buena parte de sus ganancias en impuestos, las empresas gigantes no hacen lo mismo?
Y mucho más allá del mito sobre si Bimbo paga o no impuestos, que a ciencia cierta nadie lo sabe, el asunto es preguntarnos qué tanto nos conviene tener trasnacionales que modifiquen el mercado a su antojo.
Una manera de verlo es en cuestión de empleos y dinámica económica. Una empresa grande da muchos empleos, vende mucho, genera muchas ganancias directas e indirectas y mueve millones de pesos.
Y ya pensando en términos de economía local, las trasnacionales son un desastre silencioso, ya que ejercen una competencia feroz con la que los pequeños comerciantes no compiten, los someten a sus propias reglas del juego y de paso estrangulan el sector del empleo porque imponen hasta límites salariales, nadie va a pagar más que ellas porque ellas mandan.
No es tan fácil como suena, pero ver desaparecer poco a poco a las trasnacionales que ahogan la economía local podría ser un avance en términos sociales. No más gigantes comerciales, más negocios pequeños, empleos directos, dinero que se queda en los hogares y un sistema mucho más saludable hasta en cuanto a la alimentación se refiere.
Suena como un mundo fantástico y es claro que hoy no es posible porque la economía nacional depende en mucho de lo que generan las grandes empresas. Pero aún con todo eso cabe rescatar que países desarrollados, como Alemania, han eliminado a las trasnacionales de su propio mapa para darle una nueva oportunidad a la economía local.