Las pacas de Paca

Dicen por ahí que la ocasión hace al ladrón y la necesidad al cliente. Hace años el tener un pantalón o un par de zapatos era un lujo que casi sólo los ricos se podían dar, mientras las personas de clases populares tenían que agradecer si tenían una pieza de ropa o dos. En aquel entonces la vestimenta era un arte, los sastres abundaban y la calidad de las prendas era un detalle importante a tomar en cuenta a la hora de comprar. Pero la paca vino a cambiar todo.

Pero todo por servir se acaba y la industria de la ropa en México también se acabó. La entrada de artículos importados, principalmente de China, devaluó completamente al mercado nacional, que no ha podido competir con las multinacionales extranjeras.

Actualmente, casi toda la ropa está hecha de plástico e incluso se utilizan botellas y material reciclado para fabricarla. Es cada vez más barata y casi ya nadie compite, todos se resignan, mientras la calidad ya no existe, a menos que se esté dispuesto a pagar una buena suma.

Las crisis económicas y la caída del poder adquisitivo de las clases elevadas, han traído consigo el fenómeno de los mercados de pulgas, unos mercados dedicados especialmente a la venta y compra de artículos usados, de todas las clases y precios posibles.

Más recientemente, y aunado a este fenómeno, surgió el auge de las famosas “pacas”, un nombre que se da a la compra de ropa por toneladas, principalmente en la frontera de México con Estados Unidos. Esta práctica permite a muchos comerciantes llevar esa mercancía a tianguis y mercados del país, donde acude gente como Paca, que la compra a precios ínfimos: desde un peso la pieza.

Paca es una mujer inteligente que sabe ahorrar, acude a los mercados de pulgas en busca de ropa “de marca”, esa que venden en los centros comerciales y que ella no puede pagar. Un día Paca encontró, en un montón de chamarras, playeras y calcetines usados, una blusa azul. Como estaba muy bonita, se la puso en ese momento, pagó cinco pesos y se fue a su casa muy contenta.

Hoy a Paca le pica, le pica todo, ya se puso hasta insecticida, pero no termina con las chinches que traía la dichosa blusa. Y del coraje, Paca tiró su prenda a la basura.

Y así como le pasó a Paca, puede sucederle a cualquiera. La ropa de paca, si bien es una oportunidad de ahorro para las clases más oprimidas, también es una cuestión de adrenalina, porque nadie sabe bien a bien de dónde viene. En muchas ocasiones ni los vendedores saben lo que contiene su mercancía, compran los montones, los meten en camiones y los abren sobre el suelo de un mercado, aun cuando la revoltura lleve consigo basura, pantalones ensangrentados o calzones aguados.

Cuenta la leyenda, que la ropa de las pacas es recolectada de asilos de ancianos y morgues en Estados Unidos, sin que pase proceso alguno de limpieza o control de calidad. Quizá eso explique por qué en estos lugares lo más común es encontrar prendas con tallas inmensas, y es que no hay obesos con más dimensión, que los que viven en el país del norte, ¿o no?

Paca, la cultura de saber comprar

También se dice que esta ropa se recoge en México, con mucha suerte, de tiendas que tiran a la basura el stock defectuoso, pero también de funerarias y morgues, donde no sabemos si los empleados hacen su agosto con los que ya se fueron encuerados al otro mundo.

Y más allá de su procedencia, nadie está seguro de las condiciones de almacenaje de esta ropa. Puede ser que la fauna nociva se acerque, si los comerciantes no tienen cuidado. De ahí que, al comprar este tipo de mercancía, se trata de una cuestión de ahorro, pero también de higiene.

Y si chinches como las de Paca, tú no quieres, lavar la ropa tu debes. Se recomiendan medidas de limpieza para estos artículos, como hervir, lavar con cloro y desinfectar. Pero de todas maneras, aunque la muerta te venda su ropa, muerta se queda.

Valeria Lira