Los años 60-70, en todo el mundo, fueron la época del desenfreno, la hora de la juventud alocada, el hippismo, el sexo, las drogas y el rock and roll. Hasta antes de aquellos días, los jóvenes estaban relegados a un papel secundario, en el que no se les consideraba trascendentales, política, cultural o socialmente. Avándaro fue el escaparate para todos los jóvenes.
En ese momento la juventud no era un asunto bien visto en el imaginario colectivo, años antes, las marchas, matanzas y represiones del gobierno no la habían dejado bien parada, y eso sumado a una intensa campaña de los medios de comunicación, para hacer ver a los movimientos juveniles como un pretexto para la amoralidad y la perdición.
Y así, esta rebeldía, iniciada en Europa, llegó a México y dio sus frutos con el “Festival Rock y Ruedas de Avándaro”, realizado los días 11 y 12 de septiembre de 1971 en Valle de Bravo, Estado de México.
La verdad es que este festival fue, en su concepción, una idea de los niños ricos de la sociedad mexicana, que quisieron traer al país algo como el Festival de Woodstock, realizado en Nueva York en 1969.
Era un experimento, una idea para dar cauce a la euforia adolescente que sonaba por esos días, y un negocio para los empresarios chilangos.
Dicen las cifras extraoficiales que se dieron cita más de 250 mil personas, y unas 18 bandas de rock, mexicanas y extranjeras, que amenizaron lo que fue un fin de semana de peace and love, un momento que quedaría para la historia.
Y respondiendo a las modas, la convivencia de los miles de jóvenes presentes, se vio amenizada por las drogas y los alucinógenos, el sexo y la desnudez sin censura.
Avándaro en el plano musical
Alma Rosa González fue una muchacha que tuvo sus cinco minutos de fama en pleno festival, cuando las cámaras la proyectaron en vivo y ante los gritos de la multitud se quitó la ropa, mostrando sus encantos al tiempo que bailaba al ritmo de la música.
Mucho se dijo de Alma Rosa, que si era una hippie, que si se la había llevado la policía, y hasta hubo revistas que, tiempo después, publicaron supuestas entrevistas a la joven que México conoció como “la encuerada de Avándaro”. La verdad es que después de aquella aparición, nunca se volvió a saber de ella.
Cuentan quienes acudieron, que el fin de semana pasó tranquilo, en un ambiente de armonía entre los asistentes, apaciguados por las pastas, la marihuana y el alcohol, y que llegando el lunes, todos se regresaron por donde habían llegado. Sin embargo, la prensa aprovechó para echar tierra, otra vez, a los movimientos juveniles, con encabezados sangrientos que aseguraban había habido una masacre, orgías, sobredosis, asesinatos, muerte y prostitución. Y les resultó, porque nunca más, desde entonces, ha vuelto a haber otro festival con esas características en México.
Valeria Lira