Día del Albañil

El tema de los albañiles en México da para bastante. Ellos forman un folclor aparte, representan a un sector de la clase popular muy especial, que ha sido caracterizado desde tiempos inmemoriales y hoy sigue, tal cual, en la base de la pirámide, sin que la gran mayoría reconozca que gracias a ellos todos tenemos casa. Por eso es importante recordar el Día del Albañil.

Hay en México casi tres millones de trabajadores de la construcción, mejor conocidos como albañiles, que cobran de uno a tres salarios mínimos al día y, en la gran mayoría de los casos, carecen de condiciones mínimas como seguridad social y derechos laborales.

Quienes están del otro lado no se explican cómo es que estos hombres, trepados sobre endebles tablas de madera y aferrados a algunas cuerdas, pasan gran parte del día en las alturas, construyendo sueños ajenos que tal vez nunca van a ser suyos.

Se trata de una clase invisible, pasajera y móvil, que viaja por la ciudad construyendo todo a lo que no tiene acceso. Refresco del más barato y unas tortillas con sal es casi el alimento diario, del que todavía –humildemente– suelen agradecer porque les da energía para pasar la jornada.

Mucho se podría decir, que quienes se dedican al oficio de la construcción en su porción más básica, son personas que no tuvieron acceso a la educación ni oportunidades de superación, y aprendieron eso porque no tuvieron más opción, sin embargo habría que recordar que el estudio empírico, más allá de las aulas de una escuela, también tiene su valor y representa una clase de inteligencia de la que muy pocos pueden presumir. ¿Cuántas personas podrían construir un cuarto de principio a fin sin haber terminado la primaria?

Y así, dueños como son de la clase más paupérrima de la sociedad mexicana, los albañiles han construido también sus propias costumbres, las reglas del juego y los escalones que les permiten, hasta hoy, seguir siendo necesarios en el desarrollo del país, aunque pocos lo reconozcan.

Día del albañil, entre homenaje y burlas

Es irónico, pero un albañil pasa por lo menos 50 años de su vida en las construcciones, hace escuelas a las que nunca puede ir, hospitales en los que no lo atienden, tiendas en las que no le alcanza para comprar y casas con las que ni siquiera puede soñar. Y luego, entre el desgaste acumulado por el trabajo duro, el resultado de las carencias, y uno que otro vicio para olvidar su tragedia, se le va la vida.

El 3 de mayo se conmemora en México el Día de la Santa Cruz, mejor conocido como el Día del Albañil, una celebración que intenta honrar un poco a quienes dejan su vida en la construcción y que, pese al importante papel que tienen en la vida nacional, son poco reconocidos y más bien marginados, dentro de una sociedad que desdeña el trabajo físico, sólo porque implica sudor, sangre y mucha pobreza.

Valeria Lira

@CronicaMexicana