Si hoy volteamos a ver hacia el siglo XX, parece un milagro que estemos aquí. Aquel centenario de tantas convulsiones humanas, revoluciones y conflictos sociales, vino a aterrizar en un comodino siglo XXI, en el que parece que ya todas las victorias están peleadas, ganadas y olvidadas. Todas menos, tal vez, la liberación femenina.
Así pasa con el feminismo. Resulta ser que el 2016 ha resultado en el año del feminismo, convertido en un arma neonazi, con la cual las mujeres del mundo buscan exterminar al género masculino para agruparse en una nueva raza gineco-lésbica superior, cuya bandera será, nada más y nada menos, que una axila peluda junto a una brillante y redonda copa menstrual.
Sí, luego de que miles de mujeres en el planeta entero hubieran quemado sus sostenes, allá por los años 60, como un primer símbolo de la liberación de la opresión masculina, después de que los delantales y los tubos en la cabeza salieran a dar cacerolazos a la calle, y que los tacones tomaran las fábricas, las oficinas y todos los espacios posibles, en el rodar del mundo, entonces llegamos al 2016, año en el que la mujer tienen la suficiente libertad para decidir que los hombres no le son necesarios para su subsistencia, y que puede prescindir de ellos, si así le place.
Y ya conquistados todos los terrenos, entonces vino el declive. Como si el feminismo estuviera enfermo de poder y decidiera que no le basta con ser igual, sino que pretendiera ser mejor y único. Entonces nace el feminazismo, una corriente feminista de extrema, que busca cortar de tajo las relaciones con el sexo opuesto, declarando total superioridad sobre el falo.
Liberación femenina de las mexicana.
Casualmente, en este año, México ha sido testigo y protagonista de fuertes casos mediáticos de acoso hacia las mujeres, violencia, desapariciones y feminicidios, lo que ha dado pretexto para que quienes llevan la bandera del mal llamado “sexo débil” salgan a las calles a gritar que ya están listas para dar batalla por el control de la vida, por el control de sus cuerpos, y por el control del país.
Y claro que, en un país como México, donde las mujeres viven acosadas, tienen que defenderse de la discriminación en todos los ámbitos, luchan a diario contra ideas obsoletas que se difunden en medios, en redes, y por todos los canales posibles como si fueran verdad, donde cientos de mujeres son desaparecidas y asesinadas cada año, es justo que existan movimientos radicales que defiendan a los grupos rezagados de la sociedad; que le regresen los derechos a quienes los han perdido, así tenga que ser a base de bofetadas en la cara y patadas en los testículos.
¿Por qué luchan las mexicanas?
En México, hay casi 62 millones de mujeres, una cifra ligeramente superior a la de los hombres. Después de tantos años por la reivindicación de sus derechos, es obvio que las mujeres mexicanas no van a tirar la toalla, aun cuando haya ejemplos que demuestren que prevalecen ideas tontas sobre su sexo; recientemente se dieron varios casos de mujeres que usaron las redes sociales para denunciar acoso sexual en la calle o en el transporte público, buscando difundir y obtener apoyo moral para denunciar; sin embargo, cierta parte de los usuarios respondió con ideas retrogradas, acusándolas de ser culpables, de provocar a los acosadores, a los violadores y a todos los misóginos del mundo, y de tener que aguantar, sólo por el hecho de haber nacido mujeres.
Finalmente, la guarrada del feminazismo no es otra cosa que un estado de guerra que ha sido obligado por la situación de desigualdad e indefensión en la que estaban las mujeres en México.
Quizá es un mal porque coarta, sectoriza y divide a la sociedad, porque propone la intolerancia y también genera desigualdad, pero por desgracia, este mundo y este país se siguen rigiendo bajo la ley del más fuerte, lo que significa que las mujeres también han de evolucionar en pro de su propia supervivencia, así sea por sobre los cuerpos desgarrados de sus compañeros de especie.
Valeria Lira