Para buena parte de los habitantes de México, el 15 de septiembre es una fecha que no deben dejar pasar, no importa la mala economía, una situación política por los suelos o que no alcancen a comprender exactamente qué celebran. Para ellos, la fecha representa celebración, unión, y orgullo por nacer o vivir aquí, y con eso les basta para salir a festejar.
La música, la comida, la ropa, la pirotecnia y toda la parafernalia, construida alrededor de la fiesta del 15 de septiembre en México, son sólo una cortina para lo que en realidad esconde una fecha, que debería representar más que una fiesta.
Tomándolo con seriedad, el 15 de septiembre es la conmemoración del día en que México decidió convertirse en un país libre, independiente y autónomo, con todos los ideales que aquella utopía implicaba y que, por supuesto, no se vieron nunca cristalizados.
15 de septiembre entre hechos y leyendas
Cuenta la leyenda que, en realidad, los mexicanos celebramos específicamente el 15 de septiembre porque Porfirio Díaz, cuando fue presidente, cambió la celebración de Independencia a ese día, por coincidir con su cumpleaños.
Por otra parte, muchos son los héroes que, en torno a la Independencia de México, se han consagrado como leyendas, sin que la historia no oficial los respalde, y quedando a deber al imaginario colectivo.
Observando la historia posterior al 1810, la verdad es que hay muchos más hechos en la historia social, política y cultural del país, que debieran recordarse, cosas que no merecen ser olvidadas y que más bien tendrían que ser motivo de rabia nacional y rebeldía, no de una fiesta-cortina de humo, para entretener a la opinión pública.
Irónicamente, la percepción respecto a las fiestas nacionales se ha transformado, quizá para bien, quizá para mal, en la mente de las nuevas generaciones, que han olvidado el patriotismo, que al país consagraron sus padres y sus abuelos.
Tal vez es un poco culpa de la globalización y un poco culpa del paso del tiempo, que convierte los hechos históricos en anécdotas inverosímiles, demasiado lejanas como para consagrarles real importancia.
Se puede comparar el estado de las celebraciones nacionales en México, frente a las de, por ejemplo, Estados Unidos. Sin afán de equipararlas, sí es cierto que el país del norte ha mantenido cierto estatus patriótico, gracias a su carácter belicoso, que ha logrado unir a la población como una sola, y por eso es que, en esa nación, es aún posible reconocer que el sentimiento nacionalista sigue vivo, hasta en los más jóvenes.
Nuevos significados
La diferencia es que México ha cerrado sus fronteras a la guerra, aunque internamente desde siempre ha vivido inmerso en una guerra civil, ensañada esencialmente con el pueblo y la democracia, dándole el triunfo a los grupos dominantes, que no necesariamente han acarreado la gloria al país, sino un oscuro halo de marginación y muerte.
Las nuevas generaciones de mexicanos, simplemente están respondiendo a décadas enteras de opresión, corrupción y mentiras, que han deconstruido al país, robándole así el sentido al patriotismo y los símbolos nacionales, que no son más que eso, símbolos incomprensibles, en un estado de ignorancia y apatía popular.
Valeria Lira