En pleno siglo XXI, cuando la lucha por los derechos de las mujeres está en su máxima efervescencia en todo el planeta, en México vamos pasos hacia atrás. En los primeros meses del 2019 el Congreso del estado de Nuevo León votó una reforma constitucional que permite castigar a las mujeres que se realicen un aborto.
Irónicamente dentro de un Congreso en el que la mitad de los diputados son hombres, hubo 30 votos a favor; ¿cómo pueden ellos votar y decidir por un asunto del cual nunca entenderán porque la biología los limita?
En un país que es primer lugar en embarazos adolescentes y primer lugar en abuso sexual infantil a nivel mundial, lo que más se necesita es empoderar a las mujeres para que sean dueñas de sus cuerpos y de sus decisiones, para que puedan elegir sin miedo, con información y en pleno uso de su libre albedrío, especialmente en torno a aquello que podría cambiarles la vida.
Una ley contra el aborto no castiga un procedimiento quirúrgico, castiga el valor de ellas para el renunciar a algo que les han pintado como “lo más hermoso en la vida de una mujer”, aunque en realidad es un absurdo sacrificio y una especie de alienación para quienes realmente no desean criar a otro ser humano.
Ni estudiar, ni viajar, ni hacer una vida independiente, menos conocerse a ellas mismas, a las mujeres mexicanas les hicieron creer que el máximo de su existencia era tener un hijo, borrarse para que otros vinieran al mundo. Pero cuando esa creencia se contradice, entonces aparece un enorme sector que se niega porque, evidentemente, estaría tirando a la basura la base de su propia existencia, la de sus hijos, la de sus padres y un largo etcétera.
Aborto y maternidad
Si ellas quisieron, si no quisieron, si se arrepintieron o si simplemente se equivocaron, eso no es tan importante como darles el derecho a decidir sobre si quieren ser madres o no, pues son las únicas que cargarán con las consecuencias por el resto de sus vidas, mucho más allá de si un Estado retrograda e ignorante las señala por hacerse cargo de sus decisiones.
México ya no necesita más madres adolescentes tirando sus vidas a la basura por hacerse cargo de otros, dejando la escuela y abandonando su potencial simplemente porque “cargan una vida dentro”, de la cual por cierto ni el Estado, ni la Iglesia Católica, ni los grupos pro vida se van a hacer cargo.
¿Qué futuro puede esperar a los hijos de mujeres que no querían ser madres? Sin planes, sin ganas, sin dinero, sin conocimiento y con una culpa enorme, eso difícilmente puede resultar bien. Y no, la Rosa de Guadalupe no va a venir a salvarlas, ni a pagarles las cuentas.
@CronicaMexicana