El mercado de la Merced tiene casi 200 años de tradición en la Ciudad de México. Fundado en lo que alguna vez fue el Convento de la Merced, y dentro del barrio que lleva el mismo nombre, podría decirse que es el mercado más famoso de la capital y comprende una extensión de terreno incalculable, pues con los años, los comercios formales se han extendido, y los informales han invadido las calles, acercándose cada vez más hacia la zona Centro. Hay temporadas de fiesta en las que, pasear por esta zona, se vuelve imposible, entre los puestos de fritangas, los carritos, los diablitos, y las señoras que cargan costales y chamacos.
Este lugar es famoso porque ahí se comercializa de todo, y para todos los gustos y presupuestos. Es difícil pensar en algo que no se encuentre aquí, y la variedad va, desde el inocente comercio de frutas y verduras, hasta la prostitución y trata de personas, un mal que ha arreciado en la zona, durante los últimos años. Ropa, comida, juguetes, dulces, zapatos, utensilios de cocina, electrodomésticos, bicicletas, muebles, artículos para fiestas, papelería, artículos robados y piratería, no hay nada que no se comercie por estas calles.
Por la zona donde esta ubicada, se puede decir que es un remanente de otros mercados como Tepito y La Lagunilla, y hasta un poco se ha homogeneizado el comercio de los tres, en los últimos tiempos.
La Merced en épocas decembrinas
Y después de todo, la Navidad es la época más emblemática de este comercio. Cuando llega diciembre, todo el Anillo de Circunvalación se llena de foquitos de colores, y suenan los villancicos sin parar, una y otra vez, desde que sale el sol hasta que anochece. Contrastan las series de luces, traídas desde China, con los montones de basura, donde corren las ratas, y los puestos de quesadillas y de tortas de jamón.
Aquí acuden a hacer sus compras todos los espíritus de la época, Santa Claus, Papá Noel, los Reyes Magos, un niño llamado Jesús y el espíritu de las Navidades freaks, y se van en el pesero, cargando las muñecas y los carritos, para todos los niños capitalinos.
Es la Merced un mundo sin igual, pero en Navidad renace un espíritu extraño, en el que se conjuntan todos los sentimientos mexicanos, el odio, el amor, la suciedad, la tristeza, la nostalgia, la locura y la resignación. Y todo siempre concluye en un cerro de desperdicio, que lo mismo reúne comida podrida, que los restos de un perro muerto, y pedazos de una feliz Navidad, grabada sobre un trozo de papel arrugado.
Valeria Lira