El voto es ese pequeño, pero gran derecho que nos regaló la ley a los países democráticos. Puede parecer una cosa común; hoy en día es lo más normal, que los ciudadanos tengan participación en la vida política de sus naciones, sin embargo, en un inicio, no fue tan sencillo y, para que cada uno pudiera ejercer ese derecho de ir a tachar una boleta, muchos otros pelearon y quizá hasta murieron. Hay que recordar que, recientemente, en el año 1953, la mujer mexicana obtuvo el derecho al voto.
En México hay casi 80 millones de personas en edad de votar, siendo la instancia que controla todo, el Instituto Nacional Electoral (INE), un organismo autónomo que trabaja con recursos públicos y cuya tarea es organizar las elecciones, y vigilar que se lleven a cabo con transparencia.
En un principio, cuando el INE fue creado como Instituto Federal Electoral (IFE), se contempló que fuera un recurso ciudadano para controlar los comicios, y evitar la corrupción, ya que hasta el año de 1990 no había ninguna autoridad que pudiera poner en orden la cuestión del voto; dicen por ahí que durante muchos años hasta los muertos votaron.
Pero no todo es color de rosa. Pese a la existencia de aparatos supuestamente democráticos, el camino hacia la transparencia ha sido largo y cansado, y todavía le falta recorrer camino. Aunque sí hay avances, como el voto mexicano en el extranjero; sólo en Estados Unidos unas 60 mil personas se encuentran registradas para poder votar desde allá.
Existen diez partidos políticos con registro oficial, los cuales tienen el derecho de recibir recursos para sus campañas, y tienen la obligación de demostrar que los hayan ejercido en eso mismo. La realidad es que estas agrupaciones sirven, más que nada, para hacer una especie de bulla nacional; se cobijan bajo el manto de una filosofía supuestamente democrática, sobre la cual hacen y deshacen a su antojo, generan escándalos y polarizan a la sociedad.
La verdad es que la política en México es más un escenario donde se simulan actuaciones, peleas, gritos y sombrerazos, antes que un estrado en el que se discute la dirección del país. Es por ello que, difícilmente los electores se toman en serio sus obligaciones electorales; aquí se dice que el ganador de cualquier elección, antes que un partido, es el abstencionismo.
En las últimas elecciones, en el año 2015, participó el 47.7% de los electores registrados; en 2012 fue un 69.33% y en 2006 un 59%.
Voto, un derecho poco usado
Las cifras anteriores no toman en cuenta cuántos de los votantes anularon la elección, sin embargo se sabe que las cifras son muy bajas en comparación con regiones como Europa, continente donde el voto se mantiene casi en 80%. Aún así, México no se encuentra lejos del resto de países en América Latina, donde el promedio de participantes en las elecciones suele ir del 45 al 55%, siempre y cuando no se trate de países que obligan a ejercer el voto, como es el caso de Argentina, Brasil, Costa Rica y Honduras, entre otros.
Y las estadísticas muestran que el elector promedio, simplemente está desencantado de la política mexicana, no cree en los candidatos y menos cree que realmente se ejerza la democracia.
Valeria Lira