La pregunta clásica de la filosofía siempre es: «qué fue primero: el huevo o la gallina». En el argot chilango hay un problema un poco más profundo, que ha requerido la investigación seria de muchos mexicanos. Nadie sabe a ciencia cierta cuál es la manera correcta de hacer una quesadilla: con o sin queso. Y eso es algo que ha divido a los habitantes de este país, ha plantado odio, y ha roto, los corazones de montones de quesadilleras, a lo largo y ancho de la república mexicana.
Quizá es una disfunción meramente mercadotécnica, el hecho de que en la Ciudad de México los vendedores de quesadillas difieren del queso, como un ingrediente base, y lo equiparan al nivel de otros guisados, es decir, una quesadilla chilanga no lleva queso por sí misma, a menos que el cliente lo pida y lo pague como un ingrediente extra, o que sea sólo de queso.
En el resto de los estados del país, las quesadillas llevan queso como regla general, y de ahí, el resto de ingredientes que el cliente pida.
La situación podría parecer bastante frívola, pero la verdad es que para un mexicano las quesadillas son la madre de la comida, la base, el migajón del bolillo, el betún del pastel o la sal del mar. Así que, no es tan sencillo disponer arbitrariamente de lo que debería o no llevar en su interior, un platillo ancestral y que hoy sigue siendo de culto, en cualquier hogar que se respete.
Si viajamos a la historia del México antiguo, encontramos que la quesadilla es un elemento inherente a la vida del mexicano. Desde tiempos prehispánicos y el inicio de la explotación del maíz, la tortilla apareció como elemento clave para llenar el buche. Partiendo de ahí, la quesadilla fue el siguiente paso obligado, en la conformación de la mesa nacional.
Se trató entonces de una combinación perfecta entre proteínas y carbohidratos saludables, que sin ningún agregado ya era (y sigue siendo), suficientemente buena para apaciguar a cualquier bestia.
Quesadilla ¿Necesita queso?
Ahora, en pleno siglo XXI, la controversia es fuerte. Quienes habitan en el interior del país argumentan que, no ponerle queso a una quesadilla es un engaño, porque su eliminación la convierte automáticamente en un vil taco. Frente a esto, los chilangos se defienden con amplia experiencia en el tema y argumentan que no, un quesadilla puede disponer de su ingrediente principal, sin que eso afecte su existencia.
Dice la Real Academia Española, que una quesadilla es una tortilla rellena de queso u otros ingredientes. Esto es, según su definición, que el interior puede ser alterado, sin que se deje de llamar como se llama.
En fin, se trata de una paradoja, algo que simplemente no tiene solución ni salida y que, quizá, nos sea revelado en otra vida, o tal vez no, como tantas otras cosas incomprensibles de la cultura, que en este territorio aún respira y se modifica.
Valeria Lira