Un día despiertas y te preguntas: ¿por qué habrías de pararte de la cama?; no encuentras causa, motivo, razón o circunstancia que valga lo suficiente, como para hacer el esfuerzo de salir al mundo. Y si esto es así, entonces tampoco encuentras cuál es el sentido de seguir, de respirar o de abrir los ojos, nunca fuiste lo bastante importante como para que alguien necesitara de ti, ni tampoco nadie llenó tus expectativas, como para necesitarlo. Tienes depresión
En México, unos diez millones de personas viven con depresión, como una enfermedad mental crónica y discapacitante, sin que aún se tome demasiado en serio su existencia. Se caracteriza principalmente por una tristeza emocional profunda, que lleva al desinterés, la apatía, y una ausencia de deseos de vivir.
No sabe bien qué pasa, si es la violencia, la economía o la contaminación, los divorcios o la hostilidad del mundo, pero la depresión se ha vuelto un problema de salud pública, asociado a la descomposición social y a un vacío existencial, generado por el consumismo.
México no es la excepción en este caso. Si bien no está en la lista de los países menos “felices” del mundo, la depresión sí ha aumentado en los últimos años, detonada por una difícil situación social, de la que muchas personas no ven salida.
Depresión de un país ¿Qué nos ocurre?
Otro factor que influye sobre las cifras, es el desconocimiento. Sólo un 20% de los enfermos de este mal, acuden por ayuda, mientras el resto lo viven como si fuera algo normal o ignoran los síntomas hasta que es demasiado tarde; como otras enfermedades mentales que no se expresan físicamente, la depresión es difícil de diagnosticar y, más aún, difícil de comprender por quienes no la padecen.
Esta enfermedad es también una cuestión de conciencia. Muchas veces, las personas con depresión no tienen la comprensión de sus círculos familiares y sociales, lo que sólo los aísla y agrava la sensación de pérdida e insatisfacción. Eso, aunado a los costos, que como padecimiento implica, tanto económicos por la reducción de capacidad, como sociales, por el estigma de vivir con un padecimiento psiquiátrico.
La depresión se siente como una lápida pesada que se carga a diario, y es algo que no se evade porque se trata de una disfunción química en el cerebro, la que, si no se arregla, puede llevar al suicidio.
Según cifras del INEGI, el 1% de las muertes en México se asocian al suicidio. Eso, más el porcentaje de personas que lo intentan sin lograrlo, hace que la estadística sea alarmante, sobre todo porque, casi la mitad son de menores de 30 años y un pequeño, pero creciente número, pertenece a niños; ¿qué tiene que hacer mal un país, para quitarle a sus niños las ganas de vivir?
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Valeria Lira