¿A dónde va la infancia en México?

El 30 de abril se instituyó, desde 1924, como el Día del Niño, en México, una celebración que intenta honrar a los menores, ofreciéndoles dulces y regalos, pero también recordando sus derechos, los que muchas veces no se respetan.

En el país habitan casi 33 millones de niños y niñas, menores de 14 años, algo así como el 28% de la población nacional, un número muy importante, si tomamos en cuenta que, en general, no son o no deberían ser población económicamente activa, y que requieren de servicios como salud, educación y entretenimiento.

Y sí, en el mundo del “debería” no hay ningún niño trabajando en las calles, sin embargo, un 10% de los menores en México está empleado en sectores como el comercio, los servicios domésticos y algunos oficios, sin embargo, casi la mitad no asiste a la escuela porque no tiene tiempo, recursos, o porque vive en condiciones de esclavitud.

Día del niño ¿a quiénes festejamos?

Y hay aquí un punto interesante: del norte al sur del país, hay empresas que emplean menores en cultivos, fábricas y maquiladoras. Aprovechándose de la precaria situación que se vive en México, los niños trabajan en condiciones de esclavitud, con jornadas extenuantes y sueldos raquíticos, sin que nadie haga algo por detener esa situación.

Por otro lado, se sabe que tienen identificados a más de 400 menores, que en México viven víctimas de trata de personas, es decir, son esclavos del comercio sexual o del trabajo forzado y sin remuneración. Muchos de ellos ni siquiera son mexicanos, sino más bien provienen de países de Centroamérica, siendo sustraídos de ahí o capturados en su viaje como ilegales a Estados Unidos.

Y ya siguiendo con las cifras alarmantes, resulta ser que la educación en México cuesta 250 mil millones de pesos del erario público, más las inversiones estatales, que dan como resultado el equivalente al 6% del PIB. Pese a ello, un 10% de los menores de 18 años, no tienen acceso a la educación, ya sea porque habitan en comunidades alejadas, por carencias económicas (aunque exista la educación gratuita) o porque el sector no contempla temas como la educación especial o, simplemente, porque en muchos hogares mexicanos, la situación obliga a priorizar el hambre por encima de la educación, y los menores no aprenden a andar, cuando ya están trabajando para llevar comida a su casa.

La infancia en México contempla enormes diferencias sociales que, desde siempre, no han podido ser conquistadas de un sector a otro. Como en todo, pocos tienen mucho y muchos no tienen nada.

Viéndolo así, estas cifras nada alentadoras, hacen pensar que aquí no hay nada que celebrar, sino mucho que reflexionar y trabajar para cambiar la situación.

 

@CronicaMexicana