Cosas que te identifican como mexicano de los 90’s

Parece demasiado nostálgico hablar así porque hace ya mucho tiempo que sucedió, sin embargo, para quienes estamos entrando al limbo de la adultez, nos pareciera que tan sólo fue ayer que eran los años noventas.

Noventas en México

La música ridícula

La verdad, al menos en México, la música que se hizo popular en los 90 no fue de la mejor calidad. Fue la época de los éxitos únicos, sencillos que, sin letras demasiado inteligentes, pegaron porque tenían un ritmo contagioso, pero nada más. Hubo una larga lista de artistas cuya fama fue de una sola canción, pasando después al olvido.

Hasta antes de eso, la calidad de la música producida en México conservaba ciertos estándares; sí, no era la mejor del mundo, pero al menos los cantantes que salían de aquí podían ir a competir a otros países sin sentir vergüenza.

Pero los 90’s fueron la tumba para la música mexicana. A más de uno le va a dar vergüenza recordar lo que tocaban sus cintas en aquellos tiempos, ¿o no?

Las marcas que desaparecieron

Nadie que haya sido niño mexicano en los 90s, va a negar que, comercialmente hablando, fue la mejor época de todas.

Pese a la difícil situación económica, la mercadotecnia pegó como nunca; había refrescos 2 x 1 en todas las tiendas, cupones y promociones verdaderas, que recompensaban al cliente por su fidelidad. Hoy somos afortunados si el pan de caja nos regala media rebanada.

En aquel entonces existían Bambino, Videocentro, Gigante y Reino Aventura, que era el Disney chilango y sueño de todos los provincianos.

Y las pizzerolas, ¡ay, las pizzerolas!, esos eran carbohidratos que valían su gramaje en oro y felicidad.

Cuando valía la pena la televisión pública

En ese tiempo no había Internet, computadoras, tabletas inteligentes o celulares. Entonces sí, la televisión era la reina del hogar. Y como si las mentes jóvenes de entonces hubieran sido distintas a las de hoy, era normal aprenderse los comerciales, los jingles y hasta los diálogos. Esperar para ver una película era todo un ritual, que casi siempre valía la pena, porque se te tenía que quedar grabado lo más importante, hasta que la pudieras volver a ver en la televisión o en una cinta rentada; nos funcionaba la memoria.

Si fuiste niño entonces, sabrás que la última palabra siempre la tenían Cositas y Chabelo, y el mundo se acababa cuando empezaba El Calabozo.

Cuando los detalles valían la pena

Podrá sonar cursi, pero si viviste los 90, sobre todo si creciste en ese tiempo, sabrás que entonces todavía valían la pena los momentos y los detalles. Sentarte en la banqueta a comer un raspadito, esperar una semana para ver la continuación de Guardianes de la Bahía, o abrir unas papas y que te saliera doble tazo.

Y al final del día, cerrar los ojos y agradecer por la vida, el país, las marcas, la comida, los sabores, las canciones de los comerciales, los malos gobernantes, y soñar con un futuro, que nunca hubiéramos pensado sería tan aburrido como es hoy.

Valeria Lira

@CronicaMexicana